Así
mismo, en nuestra segunda historia, vimos cómo la
situación china justo antes de la aparición del coronavirus en Wuhan era delicada:
si bien estaban a punto de sellar un
pacto con Estados Unidos para poner fin a la guerra comercial, los problemas en el
interior no cesaban y ahora la estrategia de hacer culpable de todo a Estados
Unidos podría empezar a flaquear.
Pues
bien, en ambos casos la propagación del virus acabó convirtiéndose en una
excelente tabla de salvación: a los grandes capitalistas les servía para
encontrar una causa de la crisis que no
se limitase a una repetición de las mismas malas prácticas financieras
que desencadenaron la de 2008; y a los jerarcas chinos les daba un nuevo
enemigo contra el que luchar y en torno al cual unirse, aplastando por el
camino la disidencia que pudiera surgir.
Vistas
así las cosas, no sería descabellado preguntarse si, a tenor de lo bien que les
había venido tanto a la élite financiera mundial, como al gobierno chino, la
aparición de este virus, ¿no cabría la posibilidad de que hubiesen sido ellos
mismos quienes hubiesen propiciado su aparición? La respuesta a esta puñetera
pregunta me ha tenido toda la semana leyendo artículos de investigación
científica en inglés. No tengo del todo claro si estoy en condiciones de contarles
algo definitivo, pero desde luego lo que tengo claro es que ya no estoy en
condiciones de leer más.
El
asunto de la posible creación deliberada del virus ha suscitado mucha polémica
y, cómo no, ha dado pie a infinidad de bulos al
respecto.
Tal es así, que numerosos investigadores se han visto obligados a publicar un alegato en la
prestigiosa revista médica The Lancet,
alabando el trabajo de sus colegas chinos y condenando con firmeza las teorías conspirativas que
insinúan que el COVID-19 no tiene un origen natural. ¿Científicos unidos
como si fueran cantantes y actores firmando un manifiesto? Suena raro. Y es
raro. Pero es que en esta ocasión sobre ellos se cierne más que nunca la
alargada sombra del doctor Frankenstein. Os explico.
Los
científicos llevan más de una década haciendo experimentos arriesgados con
virus. He encontrado un artículo del año 2008 publicado en Proceedings of the National Academy of
Sciences, en el que un grupo de investigadores estadounidenses consiguieron
demostrar que un coronavirus similar al SARS derivado de murciélagos, recombinado
sintéticamente, podía infectar a células cultivadas y a ratones. Para ello diseñaron
el genoma genérico de un coronavirus de murciélago emparentado con el SARS y
reemplazaron el sector a través del cual éste se acopla a la célula huésped
(que no es capaz de acoplarse en células humanas) por el del coronavirus SARS
(que si lo es). Es decir, convirtieron un virus que no afectaba a los humanos
en uno que sí que los afectaba. ¿Por qué? Agárrense que vienen curvas.
Lo
llamativo del estudio es que los autores lo justifican porque definir las posibles vías por las que la
zoonosis evoluciona y da lugar a patógenos humanos es clave para anticipar y
controlar tanto pandemias naturales como provocadas. ¿Pandemias provocadas?
¡En la mente de los científicos ya estaba instalada la idea de que se podían
provocar pandemias! Luego la idea de que el actual coronavirus podría tener su
origen en una manipulación, o que su aparición podría ser provocada no es del
todo inverosímil. De ahí quizá cierta mala conciencia por parte de los
científicos, que son sabedores de que estas cosas pueden hacerse, y el empeño
por salir al paso de los rumores.
Todo
ese recelo se veía además alimentado por el hecho de que las primeras investigaciones
sobre la caracterización genómica y epidemiológica del virus, que buscan determinar mediante
el estudio de su genoma su origen y la relación con otros virus, mostraban algunos hechos curiosos. Teniendo en cuenta
la frecuencia de sustitución de nucleótidos propia de los coronavirus, los
investigadores encontraban llamativo que
la secuencia del 2019-nCoV de diferentes pacientes aquí descrita sea casi
idéntica, con más del 99,9% de identidad de la secuencia. Este hallazgo
apuntaba a que el 2019-nCoV (que así se denominaba al SARS
CoV2 en ese momento) se originó de una
única fuente dentro de un periodo muy corto y fue detectada con relativa
rapidez.
Otro
estudio sobre la composición y divergencia genómica del nuevo coronavirus
descubierto en China, publicado el 7 de
febrero en la revista Cell, ponía de manifiesto que todavía no estaban en condiciones de dar una explicación
razonable al número significativo de sustituciones entre el 2019-nCoV y el SARS o coronavirus semejantes
al SARS. No podían explicar, por ejemplo
por qué no había sustituciones de
aminoácidos presentes en los elementos de unión al receptor que interactúan
directamente con el receptor humano, la proteína ACE2 en el SARS-CoV, aunque
seis mutaciones tuvieron lugar en la otra región del RBD (dominio de unión
al receptor). Es decir, las mutaciones habían tenido lugar justo fuera del
sector a través del cual éste se acopla a la célula huésped. ¿No me digan que
no les ha venido a la mente al experimento estadounidense de 2008? Genoma
genérico de coronavirus de murciélago y perfil de unión al receptor de un SARS,
que como sabemos utiliza la proteína ACE2 como receptor celular.
Pero no se vayan todavía que aun hay más. Un estudio reciente ha
demostrado
que este coronavirus se une a la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) con
una afinidad más elevada que la que presentaba el SARS. Es decir, el nuevo virus
era todavía más preciso que el SARS a la hora de interactuar con el receptor de
la célula a través del cual conseguía entrar dentro de ella (el mencionado
ACE2) y liberar el genoma viral. ¿Se habían hecho estudios sobre la
potencialidad del ACE2 como puerta de entrada de nuevos virus similares al
SARS? Por supuesto.
Por
un lodo se documentaban nuevos virus que utilizaban este receptor como puerta
de entrada. He encontrado uno, llevado a cabo por
un grupo de expertos chinos y estadounidenses en 2013, en el que se secuencia
el genoma de dos coronavirus hallados en murciélagos de herradura muy similares
al SARS-CoV y se aisla vivo un SL-CoV-WIV1 extraído de excrementos de
murciélago, cuya particularidad es que presenta la morfología típica de un
coronavirus y usa el receptor ACE2 para penetrar en la célula.
Pero
no solo se documentaban nuevos virus, también se creaban. He encontrado un experimento, llevado a cabo en el año 2015, en el que se creaba un
virus quimera que desarrollaba la glicoproteína S (a través de la cual el virus
se une al receptor celular ACE2) de un coronavirus de murciélago SHC014 sobre
la espina dorsal de un SARS-CoV adaptado a ratones, que demostró un gran
potencial patogénico. Este experimento dio lugar a una enconada polémica en la
revista Nature,
pues había científicos que consideraban que crear este tipo de supervirus
implicaba más riesgos que beneficios.
Precisamente
aquel experimento sería el último de este tipo en llevarse a cabo en Estado
Unidos, pues el gobierno de aquel
país había decretado una moratoria en su territorio y había retirado la
financiación.
Ahora bien, que estos delicados experimentos no se llevasen a cabo en Estados
Unidos no significaba que no se pudiesen llevar a cabo en otros países.
¿Candidatos? Os doy pistas: Dos de los científicos que habían tomado parte en
el polémico experimento de 2015 eran el doctor Ge Xing-Yi y la doctora Shi Zhengli-Li,
del Instituto de Virología de Wuhan. ¿Wuhan? Si, nuestro Wuhan, la ciudad donde
primero apareció el virus. Y no queda ahí la cosa, porque ambos también habían
formado parte del experimento de 2013. No en vano Shi Zhengli-Li era una
experta de reconocida talla internacional por su descubrimientos sobre
los orígenes del SARS.
Así
que parece que sí, que a ciudad China de Wuhan iba a convertirse en la nueva
Meca de los virólogos, pues precisamente allí se abrió en el año 2015 el primer laboratorio de máxima
bioseguridad de China.
Según recogía la noticia de la agencia EFE,
el director del nuevo centro de
Wuhan, Yuan Zhiming, explicó que sin un laboratorio de nivel 4 de bioseguridad
"no hay opción de experimentar con virus vivos o probar los virus en
animales". El laboratorio se construyó
según un diseño francés y estaba equipado con
tecnología francesa y europea. Y allí era donde los doctores chinos habían llevado
a cabo su parte del experimento del 2015 y donde podrían haber seguido
realizando este tipo de peligrosas investigaciones después de la moratoria
estadounidense, que había dejado parados y sin
financiación pública numerosos experimentos.
Ya
comentamos en el nuestro anterior artículo que para las grandes corporaciones China era como Magaluf para los ingleses:
un lugar acogedor, barato y donde podían hacer cosas que no les dejaban hacer
en sus países. Algo así sucede también con el laboratorio de Wuhan pues, como
afirma Bruno Lina, director del VirPath
virology Lab de Lyon, donde fueron entrenados en bioseguridad los
investigadores del nuevo laboratorio y con el que el centro de Wuhan colabora
estrechamente, este nuevo laboratorio brinda la oportunidad de combinar la investigación de alta seguridad con una
gran cantidad de monos para los experimentos –dado que los investigadores
chinos se enfrentan a menos líneas rojas que los de Occidente cuando de
investigar con primates se trata-, lo cual puede ser formidable. Si quieres
probar vacunas o antivirales, necesitas un modelo en primates no humanos.
¿Podría
darse el caso de que este laboratorio se hubiese convertido en un centro de
experimentación mundial donde llevar a cabo experimentos considerados
peligrosos en otros países? Podría. Experimentar en China sale barato y hay menos
restricciones legales ¿Podría ser que laboratorios privados se hubiesen hecho cargo
de la financiación de esos programas cancelados en EE.UU. y de sus posibles
aplicaciones para el desarrollo de fármacos o vacunas? No es improbable. De
hecho, suele ser bastante común que
investigaciones llevadas a cabo con fondos públicos acaben dando beneficios
privados.
Ahora
vienen la gran pregunta (la posibilidad de que Estados Unidos soltase
en virus en China
no la he sondeado): ¿Podría haberse escapado el virus del laboratorio de máxima
seguridad de Whuan? Poder, podría, según recogía un
reportaje publicado en la revista Science. En él, Ebright, un biólogo molecular de la Universidad
de Rutgers en Piscataway, Nueva Jersey, mostraba serias dudas sobre la
seguridad del laboratorio de Wuhan, máxime cuando el virus del SARS se ha escapado en múltiples ocasiones instalaciones dealta seguridad en Pekín. Las dudas eran compartidas por Tim Trevan, experto
en bioseguridad, que consideraba que una sociedad abierta y una comunicación
fluida son claves para mantener la seguridad en ese tipo de laboratorios y se
preguntaba hasta que punto puede resultar
esto fácil en China, donde la jerarquía juega un papel decisivo en la sociedad.
¿Se dan cuenta? Este tipo en 2017 estaba anticipando lo que sucedió en
Wuhan en 2019: la cerrazón y la férrea disciplina de mando habían llevado a que
el virus se propagase sin control al menos durante tres semanas. Y digo al menos
porque hay indicios de casos a
mediados de noviembre
que en un primer momento pasaron desapercibidos.
Llegado a este punto, convien
apaciguar un poco los ánimos, pues un grupo de científicos, en su mayoría estadounidenses,
considera improbable, sin embargo, que el el SARS-CoV-2 sea el resultado de una
manipulación de laboratorio de algún coronavirus emparentados con el SARS.
Para ello se basan, por un lado, en la
eficacia que presenta el SARS CoV-2 para unirse al ACE2, que desarrolla una
solución completamente diferente de aquellas previstas con anterioridad (algo
así como a nosotros jamás se nos hubiese ocurrido algo así); y por otro lado,
si fuese una manipulación genética debería haberse llevado a cabo a través de
material genético conocido, pero los según el estudio los datos genéticos muestran irrefutablemente que el SARS-COV-2 no
proviene de ninguna espina dorsal de virus previamente usado. Es decir,
estos científicos ven improbable que el virus sea el resultado de una
manipulación genética básicamente porque no se ajusta a los métodos que ellos
hubiesen desarrollado para llevar a cabo una manipulación genética.
Ahora
bien, ¿no cabría la posibilidad de que la eficacia del SARS CoV-2 fuese el
resultado de mutaciones antigénicas provocadas en laboratorio? ¿No podría
haberse estado investigando sobre nuevos virus? No olvidemos que la doctora Shi
Zhengli-Li era precisamente experta en ese campo y que China tiene una
importantísima colonia de estos mamíferos. Aquí poco puedo decirles que vaya más
allá de la conjetura. De cualquier modo, y sobre ello abundaremos en el
siguiente capítulo, los científicos en este caso son juez y parte pues, como
hemos venido mostrando, han jugado con fuego y ahora se esfuerzan por probar
que este incendio no le han provocado ellos.
Llegados a este punto, donde quizá ya la mayor
parte este perdida y aburrida, voy a
recapitular un poco: Sabemos que se han llevado a cabo peligrosos experimentos
de manipulación genética con virus. Sabemos que el nuevo coronavirus presentaba
características que habían llamado poderosamente la atención de los expertos. Sabemos
que Wuhan estaba en condiciones de convertirse en la Meca de estos peligrosos experimentos,
tanto por la tecnología de que disponían como por el dilatado acervo científico
de sus investigadores; a lo que habría que sumar las escasas restricciones que
gobierno chino impone a la experimentación con animales. Sabemos de los temores
que suscitaba el laboratorio de Wuhan, tanto por los precedentes como por la
obediencia ciega instalada en la sociedad china. ¿No me negaran que la tesis de
que el virus se escapase del laboratorio no es altamente sugestiva?
A
todo esto viene a sumarse el oscurantismo de las autoridades chinas durante el
surgimiento de la enfermedad que, además de suponer una imperdonable pérdida de
tiempo, provoca una gran suspicacia. ¿Podemos realmente creer que fueron las
autoridades locales las que trataron de tapar el asunto? Tengamos en cuenta que
el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de la ciudad de Wuhan está a
solo 280 metros del mercado con el que se relaciona el brote. Tengamos en
cuanta el sistema de alarma instalado tras la
epidemia de SARS había funcionado bien en las anteriores ocasiones. ¿Un sistema
de alarma optimo, con un centro de alarma a 260 metros del brote epidémico y la
noticia no le llega a Pekín? Pues resulta raro.
Este
oscurantismo y esta
censura que fueron la tónica dominante durante el surgimiento del brote, perduraron después incluso de haber
comunicado este hecho a la OMS, el 31 de diciembre; un
comunicado que, conviene no olvidarlo, llegó justo un día después de que
empezasen a filtrarse noticias sobre la gravedad de la enfermedad. Pues bien,
cuando el día 1 de enero se procedió a cerrar y desinfectar el mercado de
animales y marisco de Wuhan, considerado el epicentro de la epidemia, según
parece no se tomaron muestras
ni de las jaulas de los animales, ni de las personas que allí trabajaban. ¿Nadie en el Instituto
de Virología de Wuhan se interesó por el material de estudio que pudiese haber
allí? ¡Joder, es que es muy sospecho! En cualquier si no estamos ante un
ocultamiento deliberado, estamos ante una chapuza de mucho cuidado. La
pretendida eficacia china hace agua por todas partes porque, conviene no
olvidarlo, hasta mediado enero, cuando el gobierno de la nación ya se había
puesto al mando, se impuso la idea de que la enfermedad solo se contagiaba en contacto
con animales infectados, habiendo habido médicos, como el doctor Li Wenliang, que ya habían advertido de que
el virus se contagiaba de persona a persona.
Entramos
aquí en un asunto que considero capital: Independientemente de si el virus fue
un error de laboratorio o un cisne negro de la naturaleza, la pretendida
eficacia china para contener el virus, las medidas draconianas implementadas,
no son nada más que una solución drástica y tardía para un mal que, de haber
actuado con mayor rapidez y transparencia, no se habría propagado con la
velocidad y la virulencia con la que se propagó.
A
mi modo de ver, el relato de la supuesta eficacia china no es nada más que una
manera de justificar medidas draconianas y autoritarias por parte de aquellos
países que, como China, han llegado tarde a columbrar el peligro que suponía el virus. Por el contrario se habla menos del éxito
conseguido por Corea en su lucha contra el Covid-19. La acertada respuesta dada
por Corea, sin necesidad de recurrir a confinamientos, radica no solo en
sentido común de sus ciudadanos y la confianza que tienen en sus autoridades, sino
también, y sobre todo, en la puesta en marcha del
mayor y mejor organizado programa de test de todo el mundo (que les ha permitido aislar
rápidamente a los infectados y detectar enseguida a las personas con las que
habían estado en contacto). A esto habría que sumar unos servicios públicos
robustos y bien engrasados, que han constituido la infraestructura necesaria para que
funcionase esa cadena formada por las pruebas para detectar los casos, el seguimiento
de los contagios y el aislamiento sanitario de los enfermos. El ejemplo de Corea muestra cómo la suma de ciudadanos libres y bien informados,
confianza en las autoridades y un alto desarrollo tecnológico nacional son
mucho más efectivos para frenar la enfermedad que el autoritarismo y los
grandes despliegues titánicos. Pero a falta de todas estas cosas, siempre es
mejor hacer creer que el autoritarismo es la mejor respuesta.
Y
es que de forma paralela a la propagación del coronavirus por el mundo, se han
ido propagando gran cantidad de narrativas tendenciosas y partidistas que
aprovechan la aparición de la enfermedad para justificar un status quo
determinado. No quiero dejar pasar la
ocasión de comentar al respecto un
artículo de Daniel Bernabé que
pretende desmontar la narrativa centroeuropea sobre la propagación del
coronavirus.
Según
esta narrativa, los torpes y perezosos países del sur estarían de nuevo en el
ojo del huracán por no haber tomado con antelación las medidas necesarias para
contener la pandemia, reclamando ahora la solidaridad de Europa para paliar su
ineptitud. Sin embargo, como pone de manifiesto el estudio filogenético de la
enfermedad llevado a cabo por Nextstrain, esta narrativa pasa por alto dos
hechos fundamentales: Que el paciente cero europeo es muy probablemente alemán
y que estuvo alegremente circulando sin restricciones. Así las cosas, como
concluye Daniel Bernabé:
El virus se expandió en Europa desde Alemania, con sus hombres de negocios, y desde el Reino Unido, con sus turistas ebrios, además desde Suiza, con sus banqueros y maletines. España e Italia tomaron medidas cuando creían saber qué buscar (síntomas del coronavirus) y dónde buscarlo (en China y, en el caso de España, en la propia Italia), pero no pudieron tener en cuenta que los centros del poder económico y financiero europeo, por lógica Berlín, Zurich y Londres, incluso sus propios directivos que viajaban a China, estaban expandiendo el virus al margen de los controles que se habían tomado.
A
tenor de lo expuesto, podemos ver cómo las medidas más eficaces para frenar el
avance del virus, y cuya eficacia expira en unas cuantas semanas (detección
temprana de casos y la reducción del contacto) no funcionaron prácticamente en
ningún sitio. Y esto fue así porque no se sabía exactamente sobre qué había que
actuar ni cómo hacerlo. Y esto nos pone en relación con las limitaciones de la
ciencia a la hora de establecer un criterio
de actuación en entornos que se escapan de su ámbito de conocimiento. Es
decir, ¿cual es el papel de la ciencia,
que estudia los eventos una vez que se han producido, para situaciones como esta, en la que hay que
tomar decisiones antes de que todos los hechos se manifiesten? Pues a responder
esa pregunta iría destinada la siguiente
entrada, pero las cosas como son, a tenor del quebranto que me provoca
documentarme y escribir, no sé si la habrá.
Periodismo de investigación en estado puro, de eso que ya no se encuentra en los medios masivos.
ResponderEliminarGracias
Muchas gracias por el comentario. Es solo un humilde intento de acercarme a la complejidad del tema. Un cordial saludo
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGenial Blog, no se como llegue, pero me alegra encontrarlo, espero con ansias la 4ta parte. Estos temas nos enseñan que todos los problemas futuros de la humanidad están servidos en la mesa desde hace un tiempo, mucha gente sabe lo que pasa aqui, y tu con tu gran trabajo traes las pruebas necesarias para abrir las puertas a los que se niegan a la verdad.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Mi objetivo es mucho más modesto: entretenerme un rato. Siento la fascinación de un chiquillo con todo esto y, por desgracia, su inconstancia. Veo difícil que haya una 4ª parte.
ResponderEliminarUn cordial saludo.