lunes, 16 de marzo de 2020

Lecciones que olvidamos…y que este coronavirus nos va a recordar




Ser científico es ser ingenuo. Nos obcecamos tanto en descubrir la verdad, que olvidamos que muy pocos quieren que lo hagamos…Pero la verdad siempre está ahí, la veamos o no, la elijamos o no. A la verdad no le importa lo que necesitamos. No le importan los gobiernos, ni las ideologías ni las religiones. Nos esperará eternamente. Y este, al final, es el regalo de Chernóbil. Antes temía el precio de la verdad, ahora solo pregunto: ¿cuál es el precio de las mentiras?

Personaje de Valeri Legásov en la serie Chernobyl


            Hoy lunes 16 de marzo, mientras intentamos recobrar la anormalidad,  no hay altavoz en el que no resuene el mensaje de que estamos ante una situación extremadamente crítica, que vivimos momentos extraordinarios e inéditos y que nos adentramos en un escenario sin precedentes. Puede ser. Pero a mí,  vaya usted a saber por qué, al contemplar la actualidad me asalta una extraña sensación de dejà vu, como cuando te suena la melodía pero no consigues recordar la letra. Es como si de algún modo se percibiesen conexiones, se repitiesen patrones o se encontrasen recurrencias. Voy a intentar explicar cuáles son esas recurrencias, esas situaciones repetidas, antes de que piensen que el confinamiento me ha vuelto chalado.

1. Ante todo mucha calma

            ¿Se acuerdan de la crisis financiera mundial de 2008? Pese a que las instituciones financieras internacionales estaban inyectando dinero a espuertas desde julio para intentar estabiliza la economía, en España el gobierno estuvo negando su gravedad hasta que nos impactó de lleno. Mientras en Estados Unidos en julio se intervenían colosos como IndyMac Bank, Fannie Mae y Freddie Mac, aquí presumíamos de la salud de nuestro sistema financiero y llamábamos a la calma, no fuese a ser que se desplomase la bolsa. En octubre llegó el gran batacazo. Y la bolsa se acabó desplomando. Después todo fueron prisas y marchas forzadas. Inyecciones de capital para la banca y recortes de los derechos sociales para los ciudadanos.

            Pues bien, con la crisis del coronavirus da la impresión de que ha pasado algo parecido: mientras en China se aislaban poblaciones y se montaban hospitales de campaña, aquí llamábamos a la calma diciendo que prácticamente todos los casos estaban controlados; presumíamos de nuestro sistema de salud e invitábamos a salir a la calle a manifestarnos o a contramanifestarnos el 8M. Había que dar apariencia de normalidad. Nadie se atrevía a ser el aguafiestas que quitase la música. Hasta que el ostión nos ha llegado de lleno. Entonces han venido las inyecciones de capital del  BCE y los recortes de derechos civiles para la gente. A simple vista, coincidirán conmigo, en no parece un escenario muy novedoso


2. Las autoridades sanitarias recomiendan…

            Si nuestro gobierno llamaba a la calma, no puede decirse que ello se debiera a las recomendaciones de las autoridades sanitarias mundiales. El 30 de enero el comité de emergencias de la OMS ya tenía claro cómo había que proceder:


El Comité está convencido de que todavía es posible interrumpir la propagación del virus, si los países aplican medidas sólidas para detectar pronto la enfermedad, aislar y tratar los casos, hacer seguimiento de los contactos y promover medidas de distanciamiento físico en las relaciones sociales que estén en consonancia con el riesgo.


            Y pronto el riesgo y la alarma iban a dispararse. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS hizo unas declaraciones el 11 de febrero en las que ya definía la epidemia como “una amenaza muy grave” para el mundo, el “enemigo público número uno” e incluso un peligro “mayor que cualquier ataque terrorista”. Ahora bien, el director general de la OMS parecía un pirómano bombero, pues al mismo tiempo que sembraba la alarma la agostaba afirmando que "no podemos saber qué va a pasar, si se va a atajar, a convertirse en una enfermedad estacional o en una pandemia global en toda regla". Y aunque el virus que se cernía sobre la humanidad era poco menos que un Armagedón, los consejos para atajar su propagación eran  similares a los que se dan en una gripe: lavar las manos frecuentemente, no tocar la cara con las manos... No sé, daba la impresión de que la única manera de controlar la propagación de la epidemia era propagar la pandemia del miedo.

            ¿Desconfiaba el gobierno del alarmismo de la OMS tras lo ocurrido en 2009 con la gestión del brote de gripe A? De todos es sabido que la OMS fue duramente criticada por la gestión de la Pandemia de gripe A (H1N1) de 2009-2010. Se le acusó de generar innecesariamente una alarma mundial para favorecer determinados intereses espurios. El brote fue considerado en un principio más mortal que una gripe común, se abrumaba semanalmente con las cifras de contagiados hasta que, cinco meses después, se dejaron de computar los casos, se empezó a retirar el foco mediático del asunto y se declaró extinguida la pandemia en poco más de un año. A tenor de todo ello el propio Consejo de Europa redacto un informe, tras una exhaustiva investigación, en el que podía leerse:


    La forma en que se ha manejado la pandemia de gripe H1N1, no solo por la OMS sino también por las autoridades de salud competentes a nivel de la Unión Europea y a nivel nacional, provoca alarma. Algunas de las consecuencias de las decisiones tomadas y las recomendaciones proporcionadas son particularmente problemáticas, puesto que llevaron a una distorsión de las prioridades de los servicios de salud pública a través de Europa, dilapidaron grandes sumas de fondos públicos y también (provocaron) temores injustificados sobre los riesgos para la salud que enfrentaba el público europeo en general.
    Se han identificado fallas graves con relación a la transparencia de los procesos de toma de decisiones relativas a la pandemia, que han generado preocupaciones sobre la posible influencia de la industria farmacéutica sobre algunas de las decisiones más importantes respecto de la pandemia. Ha de temerse que esta falta de transparencia y responsabilidad resultará en una caída en picado de la confianza en las recomendaciones proporcionadas por las mayores instituciones de salud pública.


            La actuación de la OMS está siendo en esta crisis muy parecida a la de entonces: creación de un estado mundial de histeria, distorsión de la actuación de los servicios de salud, falta de transparencia en la toma de decisiones…Si algo hay realmente novedoso es lo expeditivo de las medidas implementadas en este caso tras ver que el agua y el jabón no reducían el número de contagios. No digo que no tenga que ser así, la situación es cambiante y compleja, pero no me negarán que no se les queda el mismo cuerpo que al leer la fábula de Pedro y el Lobo


3) La culpa siempre es de la gente

            Volvamos otra vez a la crisis de 2008. Los expertos de entonces no predijeron una mierda. Después de que ésta se acaba llevando por delante el sistema financiero español; después de que las autoridades económicas consintiesen la salida a bolsa de Bankia cuando estaba ya quebrada o autorizasen la venta de preferentes; después de todo eso, resultó que la culpa era de la gente, que había vivido por encima de sus posibilidades, que había pedido créditos para irse de vacaciones y se había comprado un chalé cuando no le llegaba para un piso.

            Ahora, si se dan cuenta, el foco se ha vuelto a poner en la gente. A pesar de que el domingo 8 de marzo se nos animó a acudir tranquilamente a manifestaciones multitudinarias,  y el lunes 9 se cierran de golpe y porrazo los centros educativos de la Comunidad de Madrid, el caos que esta contradicción provoca es culpa de la gente. Muchos, ante el desconcierto que la situación genera, salen a comparar en Madrid. Quizá porque antes sus hijos comían en el comedor y ahora van a tener que darles  de comer en casa. Pues bien, los medios de comunicación ya hablan de acaparamiento.  La buena de Pepa Bueno en la Ser ya tacha de conducta irresponsable e incívica lo que quizá no es nada más que previsión ante una situación sobrevenida. El acaparamiento se vuelve noticia y con ello, además de fomentarse, el foco de la atención pasa de la descoordinación  entre administraciones a la falta de civismo del populacho. Otro tanto ocurrirá  a mediados de semana. Mientras el jueves algunos presidentes autonómicos, como Emiliano García Page, llaman a no encerrarse y cargan contra quienes  quieren tener gratis 15 días de vacaciones; el viernes otros empiezan a protestar por la afluencia de madrileños a su segunda residencia, en medio de rumores no desmentidos por el gobierno de que se va a impedir la salida de Madrid. Ruido, desinformación, descoordinación… pero en medio de este caos y este desconcierto ya saben quiénes son los culpables: la gente, por supuesto, que no se queda en casa. La gente del País Vasco y Madrid que se va a sus segundas residencias de Cantabria o Murcia a tratar de hacer más llevadero el aislamiento. La gente de Madrid que el sábado subió a la sierra por si no podían ver el campo en semanas. Siempre hay gente miserable e insolidaria pero...¿Cuántos fueron? ¿Cien? ¿Mil? ¿Diez mil? Eso qué significa, ¿un 1%? Da igual. No hubo diario que no hiciese de ello un titular. Que quede claro que la culpa es de la gente, que ha salido por encima de sus posibilidades.


4. Esto lo arreglamos entre todos

            ¿Se acuerdan de la campaña #estosololoarreglamos entre todos? ¿De cómo en medio de la crisis las cámaras de comercio, con el patrocinio de las grandes empresas y la puesta en escena de multitud de famosos (Buenafuente, Jordi Évole, Angels Barceló, etc), desarrollaron ese artefacto propagandístico para hacernos creer que el fin de la crisis estaba en nuestras manos y para animarnos a arrimar el hombro? Al final cuando los políticos han fallado y el sistema financiero se ha ido al carajo nos queda la confianza en nosotros mismos, sacar fuerza de flaqueza y empujar todos en la misma dirección (sin plantearnos, eso sí, quien es quién la marca).

            Ahora está la campaña #yomequedoencasa.  Después de que haya quedado claro que los políticos no saben cuidar ni de sí mismos; de que nuestro sistema sanitario, ya de por sí  exhausto está a punto de estrangularse…ahora sí, es la hora de la gente, la hora de los famosos pidiendo que te quedes en casa, que renuncies a libertades fundamentales. El miedo al virus, al igual que el miedo a perder el trabajo, ha obrado el milagro: renunciamos a derechos civiles del mismo modo que renunciamos a derechos sociales. La urgencia manda. La gravedad lo exige. Es la hora de imitar a los héroes.


5. Necesitamos héroes

            ¿Se acuerdan de los bomberos del World Trade Center en los atentados del 11 de septiembre? En su momento se les consideró héroes. Se les puso como ejemplo del sacrificio y la abnegación que la ciudad de Nueva York necesitaba. En realidad más que héroes fueron mártires, carne de cañón a la que se envió al frente sin la protección ni la información adecuada. Gente que cumplió órdenes de superiores que en su vida se habían visto en una igual y lo pago con su vida.

            Nuestros héroes son los médicos, las enfermeras, los que tratando de paliar la pandemia se han contagiado. Y sin duda merecen nuestro respeto y reconocimiento. Pero lo que no se puede permitir es que bajo ese barniz de heroísmo personal se esconda que se les ha enviado al frente sin la protección ni la información adecuada; que han cumplido órdenes de superiores que no sabían por dónde se las andaban, porque la enfermedad es nueva y no hay protocolos específicos, tan solo recomendaciones de unos expertos cuyo acervo científico sobre la enfermedad tiene menos de tres meses.

            En fin, son éstas unas cuantas reflexiones a buena pluma. Podría seguir hablando sobre el papel que han desempeñado los medios de comunicación a la hora de erigirse en altavoces de los intereses creados; sobre las llamadas a la unidad que buscan acallar críticas a la propia gestión; sobre los vencedores y vencidos que toda guerra deja. Podría hablar sobre la vacuna frente al desorden que siempre supone ver a las fuerzas de seguridad en las calles; sobre las consecuencias que otras crisis y pandemias mundiales precedentes nos han dejado. Quizá otro día lo haga. Pero de momento, en medio de toda esta sobreexcitación, quería compartir esa impresión que ahora tengo de que no hay nada nuevo bajo el sol. De que gobernantes, medios de comunicación y expertos siguen siendo como siempre han sido: primero se llama a la calma y a la confianza; después se toca a rebato y se desata el pánico. La culpa, como siempre, es de la gente por su egoísmo incívico; para a renglón seguido pedirles un gesto generoso o heroico que, por lo general, suele acabar en un recorte de derechos o libertades. 
 

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