domingo, 20 de octubre de 2019

Cataluña en llamas


 
  Pues resulta que el Tribunal Supremo, cuya independencia está fuera de toda duda (recuerden como no le tembló la mano a la hora de rectificar su sentencia sobre las hipotecas a pesar de las presiones de la PAH), ha entrado, seguro que sin pretenderlo, en campaña, dictando una sentencia en contra de los promotores del proces que ha dejado descontentos a todos.



            A los más acérrimos españolistas porque salga tan barato romper España. Y a la chavalería independentista porque ellos también se alzaron  pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales, y nadie se lo ha reconocido. Todo el mérito, como siempre, para los de arriba. Así que la chavalería, ávida de llamar la atención, se ha puesto a montar jaleo. Y ahora sí, ahora lo han conseguido: han ocupado cuando menos una esquinita en todas las televisiones.



            Es llamativo que la kale borroka, donde quemaban autobuses, coches y cajeros, ocupase treinta segundos en el telediario de los domingos y esto lleve una semana copando el horario de máxima audiencia, con los corresponsales de las principales cadenas parapetados detrás de las fuerzas de pacificación, como si fueran reporteros de de la CNN en la guerra de Irak. Pasa con esto como con las series, que nuestras cadenas se han dado cuenta de que aquí también hay materia prima para tener entretenida a la gente y no tienen ya necesidad de estar todos los días con el culebrón venezolano.



            Ante el caos desatado que muestran los medios de comunicación y el riesgo inminente de que Barcelona se convierta en el escenario perfecto para la próxima temporada de The Walking Dead, los catalanes de bien, como Gabriel Rufián, están empezando a tomar distancia con respecto a esa chusma radical enardecida. Todo el mundo sabe que la independencia se consigue con flores y besos, nunca con violencia.



            En la España española el apocalipsis catalán ha hecho resurgir a tres jinetes que últimamente andaban un poco apagadillos porque las encuestas vaticinaban que no sumaban escaños para llevar juntos las riendas de España. Sin embargo ahí están ahora Casado, Ribera y Abascal llamando al orden y a la contundencia para barrer toda esa basura que se ha desperdigado por Cataluña. La gente, angustiada y cansada de ver tanto desorden todos los días y a todas horas, igual acaba arriesgándose a comprar  alguno de estos misterproperes para ver si hacen algo, porque según machaconamente repiten los paladines de la derecha (la clásica, la light y la zero) el PSOE no hace nada.



            Quim Torra, por su parte, también anda molesto con la pasividad de Pedro Sánchez porque no le coge el teléfono para negociar una salida política a la crisis. Y éste le da largas diciendo que no ha condenado la violencia, ni la invasión de Polonia en el 39,  ni la muerte de Manolete. Está claro que en el PSOE están esperando a que escampe mientras niegan que llueva, estrategia que ya u les sirvió para revalidar la presidencia en 2008.



            Habrá quien piense que no están las cosas para tomarlas a broma, que España atraviesa horas críticas, y que la independencia catalana es ahora más seria que nunca (con poco, después de la ópera bufa de la declaración de independencia independiente del tiempo y el espacio). Me resisto a hacerlo. Bastante tenemos con que los medios que comunicación nos digan sobre qué tenemos que hablar, como para que encima nos digan cómo hacerlo. Además, la posición de los grandes hombres de Estado hace pensar que nada de esto va en serio: el viernes el rey estaba viendo en Oviedo la función de su hija; el sábado Rafa Nadal, el más español de los españoles, andaba de boda en Mallorca; y el domingo Pérez Reverte todavía no se había parapetado en su casa de Galapagar con una escopeta y dos cajas de cartuchos. Todo sigue estando atado y bien atado.

           

           

          

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