lunes, 28 de marzo de 2022

Por fin


     

    Si eres asiduo al blog sabrás que últimamente he ocupado mi tiempo investigando los misterios de la luz (no en el plano místico, sino en el plano terrenal: más concretamente en el plano nunca plano de su precio). Y sabrás, también, que soy un ferviente procrastinador y un puto desastre cumpliendo plazos. Allá por junio de 2017 publiqué la primera parte de mi trabajo y afirmaba que estaba “casi terminado”. Pues bien, en el “casi” se nos han ido 5 años.

 

    Realmente el libro lo terminé a comienzos de 2020. Empecé a buscar editor y, fíjate tú lo que son las cosas, a los de La Catarata les moló. No voy a negar que me flipé un poco. Era la segunda editorial a la que escribía (Akal fue la primera) y me contestaron muy positivamente. Estaba que no cogía en mí de la ilusión.

 

    Tras esta luna de miel con el mundo editorial, la ilusión no tardó en desvanecerse: primero fue el coronavirus que lo paró todo, y luego fue un largo silencio, roto tan solo por una conversación en la que, según me dijeron, seguía gustando la obra, pero ahora me pedían pasta para publicarla. Como voy más sobrado de orgullo que de dinero me fui con la música a otra parte, convencido de que mi libro era el copón de Bullas. Y ahí es cuando me di el ostión de bruces contra la realidad del panorama editorial español.

 

    Comenzó entonces una travesía en el desierto. que, si bien no duró 40 años, si me mantuvo peregrinando de editorial en editorial más de 20 meses. Escribí a todo perro pichi que admitía manuscritos. Primero a las editoriales gordas (fui siendo consciente de la realidad de forma paulatina) y luego ya a cualquiera. Contestar, lo que se dice contestar, no contestaron más allá de media docena. Y éstas lo hicieron para decir que no, o para ofrecer proyectos de coedición, que significa que tú pagas la edición completa y, encima, en muchos casos, pierdes los derechos sobre la obra.  

 

    En estas estábamos cuando el pasado verano me llamaron de una pequeña editorial de Salamanca. La cosa iba de puta madre hasta que leí el contrato de edición. Allí se decía que en el supuesto de demanda judicial de terceros contra la editorial y cuya causa sea consecuencia del contenido del libro objeto del presente contrato, todos los gastos judiciales y extrajudiciales derivados de esas acciones serán por cuenta y responsabilidad del autor. Es decir, si alguien intentaba tumbar el libro mediante el artero método de la escaramuza judicial, la editorial se ponía de perfil y me hacía a mi correr con mis gastos y con los suyos. Ni que decir tiene, no podía aceptar. Bastante tengo yo con lo mío como para encima hacerme cargo de lo de los demás.

 

    Tentado estuve, no voy a negarlo, de mandarlo todo a tomar por el culo. Porque la pregunta que me había hecho inicialmente (¿Por qué nos cuesta tan cara la luz?) empezaba a solaparse con otra cuya respuesta era aún más punzante: ¿Por qué a la gente le suda el ojete lo que cueste? Es como si la información sobre el precio de la luz se hubiese convertido en algo similar al pronóstico del tiempo: algo que te dicen de un día para otro para que te organices, pero sobre cuyas causas nadie puede incidir. Y todos tan contentos.

 

    Finalmente, el empujón definitivo vino, desde el punto de vista moral, de una librera amiga que no concebía que un libro que había leído y consideraba llamado a iniciar una revolución (quizá se le fue un poco la mano) se quedase guardado en un cajón. Y desde el punto de vista técnico de un primo, que es casi como un hermano, que me ayudó con la maquetación, el diseño de la portada y el contrato de vasallaje con Amazon, que es donde finalmente ha ido a parar el libro.

 

    Todo este camino ha sido una maravillosa lección de humildad. He pasado de tener la obra del siglo a acabar arrojándola a esa fosa común de la creatividad que es el KPD de Amazon. He pasado de contestar a las editoriales que rechazaban el manuscrito con la frase de Casablanca en la que Rick dice te arrepentirás. Quizá no hoy ni mañana, pero pronto y para el resto de tu vida; a contestar con sincero agradecimiento por molestarse en darme una explicación de por qué mi obra no les cuadra. En definitiva, he visto cómo se descomponía un sueño al entrar en contacto con la atmósfera de la realidad y cómo de la gran bola de ilusión inicial no ha quedado nada más que unos cuantos cascotes.

 

    Así las cosas, el 14 de febrero, coincidiendo con el día mundial de la Energía (me enteré de esto dos semanas después) esos cascotes acabaron apareciendo en forma de libro en la estantería virtual de Amazon. No voy a decir que sea perfecto, pero creo que ha quedado la mar de apañado. Eso en cuanto al aspecto formal. En cuanto al contenido, creo que estos años de travesía en el desierto han servido para pulirlo y afinarlo. Para hacerlo más preciso y comprensible. Para que el texto se haya empapado bien de esa lúcida ironía que el desencanto deja a su paso y que es tan del gusto del lector o lectora inteligente.

 

    Esto de lanzar un libro es como lanzar simiente: parte cae junto al camino; parte cae en pedregales, y parte cae entre espinos. Del mismo modo, hay gente que puede interesarse por el libro; gente que puede comprarlo, y gente que puede incluso leerlo. Aun con ser importante, todo esto no significa mucho.

 

    El verdadero fruto lo dan aquellas personas en las que, después de leerlo, arraiga una curiosidad febril por ver más allá, por encontrarle las costuras al sistema, por salir de la caverna platónica y contar luego a sus semejantes que hay una luz clara, abundante y copiosa más allá de la que se proyecta, como en un juego de sombras, sobra las paredes que los encierran. Si consigo esto, si lo consigo siquiera en una persona, el caminó y la siembra habrán merecido la pena. 

 

 



3 comentarios:

  1. Buenas noches, Gregorio
    Hace unos días buscando una cronología del desarrollo del sistema eléctrico español me topé con un enlace al Blog y me descargué el fichero. Una lectura rápida de alguno de los capítulos me hizo gritar el “EUREKA”.
    Durante un tiempo estuve recopilando y trabajando los datos de la marcha de la liberalización del mercado de las Telecomunicaciones y me sorprendió como se había afrontado de manera diferente al del mercado eléctrico.
    Por lo que conocía del la evolución del “hágase la luz”, su desarrollo y liberalización llegué a la conclusión de que tenía mucho que ver el como se había gestado, su nacimiento y crecimiento, los actores intervinientes (bancos y capitales) en comparación de los monopolios de las telecomunicaciones un manos de empresas públicas con poca o nula intervención de grandes bancos.
    Pensé en realizar ese trabajo pero no lo empecé nunca.
    Con lo que está cayendo sobre el tema y dado el poco o nulo conocimiento que tiene el común de la población sobre él volví a pensármelo, pero ¡vaya pereza!.
    Mira tu por donde un “ferviente procrastinador” tenía realizado el trabajo y lo ponía a disposición de los mortales. Me puse en contacto con mi librera de cabecera para que pidiera tu libro y me confirmó que no estaba en el catálogo de sus distribuidoras por lo que me dirigí a esa “fosa común” para conseguirlo.
    No sabes como lo he disfrutado. El trabajo que siempre quise hacer y no me atreví a realizarlo lo habías hecho. Con la estructura y la documentación necesaria.
    Gracias por tu esfuerzo y por ponerlo a disposición. Un gran trabajo.
    No se si los tiempos que corren son los más adecuados para el estudio y análisis sosegado de un tema tan importante como este. Si a la gente cuando les contestas en las redes contra los exabruptos y la ignorancia reflexiona o le interesa profundizar, pero tu libro es de obligada lectura para entenderlo.
    Gracias de nuevo y un abrazo, si me lo permites.
    Fernando Hernández Rodríguez
    Temporalmente en Barbate.

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  2. Joder Fernando, me he emocionado y todo leyendo el comentario. Yo que ya daba esto por perdido y resulta que me encuentro que en Sodoma todavía hay un justo. ¡Qué alegrón!

    Perdona que te conteste tan tarde, pero ando un poco desconectado de estos asuntos. Gasté mi último aliento en terminar el libro y ya no he tenido paciencia ni fuerza para promocionarlo en condiciones, que es casi tan importante o más que lo otro.

    Celebro que hayas disfrutado leyéndolo, pues si bien la intención prístina del libro era la de la retórica ciceroniana: docere, delectare et movere, al final que la gente disfrute es la llave que abre las demás puertas.

    Un cordial saludo y reitero mi gratitud por tomarte la molestia de escribir.

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  3. Gracias por tus palabras, Gregorio y reitero mi gratitud y admiración por tu trabajo.
    Tiempos recios para los que tratáis de profundizar en los problemas y sus causas. Sin ello no hay soluciones.
    Espero que los nuevos proyectos te sean gratificantes.
    Un saludo.
    Fernando

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