DE LA
RIQUEZA DE LAS NACIONES AL FRACASO DE LOS PAISES
En
anteriores artículos he sostenido la tesis de que la élite del poder político
en España, las personas situadas en los puestos clave del Estado, son el brazo
armado de las élites económicas y financieras. Éstas aúpan y financian a sus
hombres de confianza, a cambio de que éstos defiendan y perpetúen su status quo.
Esa
tesis hunde sus raíces en una observación de Adam Smith a la que suele
prestarse poca atención:
El Estado, en tanto que instituido para salvaguardar la propiedad, está realmente instituido para defender a los ricos de los pobres, o de aquellos que tienen propiedad de aquellos que no la tienen. [La Riqueza de las Naciones, Libro V. Capítulo 1, § 55]
Y
también en algunos ejemplos recientes en los que las discrepancias entre las
élites económico-empresariales y las élites políticas han
puesto a estas últimas en serios aprietos.
Sin
embargo, hay quienes han observado, no sin parte de razón, que mis argumentos
partían de premisas un tanto anticuadas (pues las tesis de Smith fueron
formuladas en unas circunstancias político-económicas distintas a las actuales)
y que adolecían de falta de concreción. Pues bien, en el presente artículo voy
a tratar de subsanar ambas carencias.
Para ello
voy a dejar a un lado a Adam Smith (aunque solo de momento, pues considero que
sus observaciones siguen siendo extremadamente valiosas) y voy a estudiar la
interrelación entre las élites económicas y la oligarquía política en España,
basándome en la tesis planteada Daron Acemoglu
y James A. Robinson en su libro Por
qué fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, publicado
en 2012.
SON LAS
INSTITUCIONES, ESTÚPIDO
Según Acemoglu
y Robinson, ambos profesores formados en la ortodoxia liberal, el fracaso o el
éxito de los países depende de las instituciones:
El éxito económico de los países difiere debido a las diferencias entre sus instituciones, a las reglas que influyen en cómo funciona la economía y los incentivos que motivan a las personas.
Estas instituciones pueden ser,
fundamentalmente, de dos tipos: Por un lado, tenemos las instituciones
políticas inclusivas, que reparten
ampliamente el poder en la sociedad y limitan su ejercicio arbitrario, de
modo que quienes controlan el político no
pueden utilizarlo fácilmente para establecer instituciones económicas
extractivas en beneficio propio. (ACEMOGLU y ROBINSON, 2013 : 105)
Por otro
lado, tenemos las instituciones políticas extractivas, que concentran el poder en manos de una élite reducida y fijan pocos
límites al ejercicio de su poder, al tiempo que las instituciones económicas a menudo están estructuradas por esa élite
para extraer recursos del resto de la sociedad. (ACEMOGLU y ROBINSON, 2013 : 103)
La sinergia
entre instituciones políticas y económicas inclusivas forma un círculo virtuoso
que fortalece el sistema:
Las instituciones económicas inclusivas, a su vez, se forjan sobre bases establecidas por las instituciones políticas inclusivas, que reparten ampliamente el poder en la sociedad y limitan su ejercicio arbitrario. Estas instituciones políticas también dificultan que otras personas usurpen el poder y socaven las bases de las instituciones inclusivas. Quienes controlan el poder político no pueden utilizarlo fácilmente para establecer instituciones económicas extractivas en beneficio propio. Y estas instituciones económicas inclusivas, a su vez, crean un reparto más equitativo de los recursos, facilitando la persistencia de las instituciones políticas inclusivas. (ACEMOGLU y ROBINSON, 2013 : 105)
Por el
contrario, la relación que se establece entre estructuras políticas y
económicas extractivas da lugar a un círculo vicioso:
La relación sinérgica entre las instituciones económicas y políticas extractivas introduce un bucle de fuerte retroalimentación: las instituciones políticas permiten que las elites controlen el poder político para elegir instituciones económicas con menos limitaciones o fuerzas que se opongan. También permiten que las elites estructuren las futuras instituciones políticas y su evolución. A su vez, las instituciones económicas extractivas enriquecen a esas mismas elites, y su riqueza económica y su poder ayudan a consolidar su dominio político. (ACEMOGLU y ROBINSON, 2013 : 67)
Vista la
tesis, es el momento de aplicarla al caso español y estudiar, en primer lugar,
cómo reparten el poder sus instituciones políticas.
LAS
INSTITUCIONES POLÍTICAS ESPAÑOLAS: TEORÍA Y PRÁCTICA
Tras una
primera aproximación teórica, podríamos concluir que nuestras instituciones
políticas son de carácter inclusivo, pues España, según su Constitución, es un estado social y democrático de derecho. Ésta, así mismo, consagra el
pluralismo político como uno de los valores
superiores de su ordenamiento jurídico (art. 1) y confía a los partidos
políticos, cuya estructura interna y
funcionamiento deberán ser democráticos (art. 6), la expresión de dicho
pluralismo. La división de poderes parece también estar garantizada, pues la
carta magna otorga a las Cortes Generales la potestad legislar y controlar al
gobierno (art. 66) y la administración de justicia a los jueces y magistrados
integrantes del poder judicial, que habrán de ser independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al
imperio de la ley (art. 117).
Sin embargo
si miramos con mayor detenimiento, observamos que en la práctica el poder no
está tan repartido como a primera vista podría pensarse y que este se
concentra, fundamentalmente, en la cúpula de los partidos políticos, que son
quienes controlan los partidos y, una vez que acceden al poder, el resto de las
instituciones. Veamos las causas:
En primer
lugar, esto es debido a la propia estructura de los partidos políticos, que
dista mucho de ser verdaderamente democrática: Por un lado el número de sus
afiliados es muy reducido, nunca
va más allá de un 3,5% de los españoles en edad de votar. Por otro, la
influencia que tienen dichos afiliados en los partidos no deja de ser, en la
mayor parte de los casos, meramente
testimonial, y siempre
condicionada por los
intereses de los distintos grupos o familias que buscan ocupar la cúpula
del partido.
En segundo
lugar, a la falta de democracia dentro de los partidos hay que añadir los
efectos de la ley electoral que por un lado, con la ponderación del reparto de
escaños (la conocida como Ley D’Hont), favorece la formación de mayorías
absolutas; al tiempo que por otro, mediante el establecimiento de listas
cerradas por circunscripciones, provoca que las cúpulas de los partidos puedan diseñar
las listas para situar a sus hombres de confianza al frente de éstas y que
resulte más sencillo establecer redes cuasi caciquiles de captura de votos.
El último
gran problema es la falta de una división de poderes efectiva. La tarea de control
sobre el ejecutivo que las Cortes tienen encomendada suele seguir un camino
inverso al inicialmente propuesto y el ejecutivo es realmente quien controla,
mediante la disciplina de voto impuesta dentro de los partidos, a los órganos
legislativos, de modo que los proyectos de ley aprobados por el Consejo de
Ministros suelen contar de antemano con la aprobación del Congreso.
Del mismo
modo, la elección
de los órganos de gobierno de los jueces, del Presidente del Tribunal
Supremo, del Tribunal Constitucional y del ministerio fiscal está en manos del
ejecutivo y de las Cortes controladas por éste, lo que en la práctica condiciona
la composición de sus miembros y, en cierto modo, orienta las decisiones de
éstos a la voluntad del partido en el gobierno, como han puesto de manifiesto
algunos episodios recientes, tales como las maniobras llevadas a cabo para que un
juez afín juzgase a Rodrigo Rato o el ascenso
del fiscal que consiguió la condena del juez que encarceló al ex presidente de
Caja Madrid, Miguel Blesa, por citar dos ejemplos muy significativos.
Así
las cosas, vemos como en la práctica las instituciones políticas en España se concentran en manos de una élite reducida:
El presidente del gobierno suele ser el presidente de un partido. A la hora de diseñar su gabinete suele echar
mano de los hombres fieles del partido, independientemente
de sus conocimientos sobre la cartera encomendada. Mediante la disciplina
de voto se asegura que los miembros de su partido saquen adelante en las
Cortes, sin cuestionarlas, las leyes que el ejecutivo promueva. Finalmente,
elijen
jueces para las altas instituciones de la judicatura afines a su partido,
de modo que se fijan pocos límites al
ejercicio de su poder.
Las instituciones políticas
españolas bien podrían considerarse, a tenor de lo expuesto instituciones
extractivas. De este modo, siguiendo los postulados de Acemoglu y Robinson, no
sería descabellado pensar que las instituciones económicas nacidas al amparo de
éstas estuvieran estructuradas por esa élite para extraer recursos del resto de
la sociedad, es decir, serán
instituciones diseñadas para expropiar los recursos de la mayoría, para
levantar barreras de entrada y para suprimir el funcionamiento de mercados, que solamente
beneficiarán solamente a un número reducido de personas. ¿Es esto lo que ha
sucedido en España? A ello trataré de responder en el siguiente artículo
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Completamente de acuerdo con su artículo. España es de hecho una democracia fallida. Durante la transición viví una especie de maremágnum de siglas "Platajunta", "Junta Democrática", etc. Empezaba a leer periódicos y me iniciaba en temas políticos. Entre los personajes que pululaban por la actualidad destacaba por su estado controvertido el abogado Antonio García-Trevijano Forte, era el presidente de la "Platajunta" y los periódicos a partir de cierto momento empezaron a cuestionarlo y estigmatizarlo. Lo ponían como el demonio y enemigo de que llegara a buen puerto el proceso democrático. La verdad es que su discurso era muy radical. Pero muchos años después empecé a darme cuenta de qué sucedió en aquella época. García-Trevijano luchaba por instaurar una auténtica democracia en España. La razón fundamental por la que muchos de los que lo acompañaban lo traicionaron (PSOE, CCOO, etc.) y se pasaron al bloque liderado por Adolfo Suarez fue el sistema electoral que proponía. Distritos uninominales a doble vuelta. Ese sistema pensaron PSOE, PCE, etc. que beneficiaría a los políticos procedente de la dictadura al ser los mas conocidos y con mejores contactos. Se impuso el sistema actual, listas cerradas circunscripción provincial, sistema proporcional tipo d'Hont. La reforma política se hizo de forma que se reprodujera el sistema bipartidista de Cánovas y Sagasta. Finalmente cuajó en el sistema bipartidista PP-Psoe. Naturalmente tanto PP como Psoe se han convertido en sendas empresas dominadas por las corporaciones empresariales españolas; a veces pienso que no es casual que el BBVA sea el banco azul y el Santander el banco rojo; de las que dependen cientos de miles de militantes colocados en los distintos estamentos de la administración.
ResponderEliminarDesde luego España necesita una nueva transición que la convierta en una auténtica democracia. Como indica en su artículo, España necesita un sistema político inclusivo que permita un control en corto de los políticos. Que por otra parte es lo que deseamos todos los liberales.
Buenas tardes señor Galesco. No me habia olvidado de usted, lo que pasa es que tengo el blog un poco desatendido. Espero que sepa disculparme.
EliminarVeo que se desliza ligeramente hacia mis tesis ("Naturalmente tanto PP como Psoe se han convertido en sendas empresas dominadas por las corporaciones empresariales españolas"), lo cual indica que es usted una persona perneable a las sugestiones, cosa enriquecedora y propicia para que el debate sea de verdad eso, un debate, y no una sucesión de monólogos.
Llevo muchísimo tiempo trabajando en ese artículo que su sano escepticismo inspiró: Cómo se lleva a cabo el control del Estado por las grandes corrporaciones y cómo se drenan fondos públicos en favor de beneficios privados.
Tras darle muchas vueltas concluí que era inabarcable tal y como lo tenía planteado, pues tenía redactados ya cerca de 30 folios y apenas había apuntes y esbozos. De modo que decidí dividir la investigación por sectores, y empecé por el eléctrico.
Traté de centrarme en el ingente trasvase de fondos del sector público al sector privado durante los sucesivos gobiernos democráticos, y no encontré mejor forma de plasmarlo que cronológicamente. De momento llevo escrito hasta el primer gobierno de Zapatero. Me falta el segundo mandato y el primero de Rajoy. Es acojonante, se lo puedo asegurar. Unas cifras que dejan el rescate bancario en calderilla. Espero terminarlo pronto. Pero mi tiempo es siempre muy escaso.
Un cordial saludo.
Me interesa muchísimo su análisis sobre el sector de la electricidad. Mi entendimiento sobre el tema de las causas de la situación de las instituciones españolas es muy próximo al del Sr. Galesco y el autor del artículo. Soy una seguidora "empedernida" del Sr. Trevijano. Un pensador político extraordinario.
EliminarDiputados que obedezcan a los jefes de partido o a los distritos, he ahí la cuestión. Es más fácil controlar un país gobernado por 4 ó 5 personas (Rajoy, etc), que no por un pueblo que pueda elegir candidatos. Un sistema donde puedan presentarse independientes por los distritos, gente que responda directamente ante los electores (con un contrato, que es la esencia de la representación, que pueda ser revocado si se incumplen las condiciones). Este podría ser un buen comienzo, y sí, Antonio García Trevijano es el máximo defensor de este sistema en España. Muy interesante el blog, lo guardo en favoritos.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario.
EliminarCreo que todo el mundo lo tiene claro: Cuanto más repartido está el poder más difícil es que obedezca a unos pocos intereses particulares. De modo que en España se decidión deliberadamente concentrar el poder. El resultado es el que usted dice, controlando a media docena de personas practicamente lo controlas todo.
Muchas gracias por tenernos en favoritos. Espero que le vuelva a ver por aquí en próximas entregas.
Un cordial saludo.
Totalmente de acuerdo con sus tesis. En España no hay democracia, los políticos la han convertido en PARTITOCRACIA. Pedro Sanchez es el máximo exponente de concentración de poderes, a toda máquina aún en minoría. Y el PP participa en esta premier league de subversión del orden constitucional. Gracias por su aportación.
ResponderEliminarBuenas de nuevo
EliminarRalmente los partidos son solo el mascarón de proa. Dentro hay mucha, mucha tela: quienes los fincian, quienes los utilizan, quienes eligen a los idóneos para ocupa puestos de responsabilidad... Los ciudadanos votamos, pero elegir eligen otros.
Podemos y Ciudadanos vinieron para acabar con el bipartidismo y ahora parece que se han amoldado a él la mar de bien. Y Vox no es nada más que la versión populista de la derecha española más rancia y reaccionaria, como ya escribí.
El problema de España no es un problema de partidos (o solo de partidos), sino de diseño de las instituciones y de reparto del poder económico y político. Y conviene no olvidar algo muy importante: desde el 23 de agosto de 2011 nisiquiera somos enteramente soberanos para revertir esa situación. Nuestras élites se han convertido, en numerosas ocasiones, en testaferros del capital internacional en suelo patrio, de modo que ya no es que nos expriman, sino que nos exprimen al dictado de otros.
Un cordial saludo. Gracias por escribir.