Ser científico es ser ingenuo. Nos obcecamos
tanto en descubrir la verdad, que olvidamos que muy pocos quieren que lo
hagamos…Pero la verdad siempre está ahí, la veamos o no, la elijamos o no. A la
verdad no le importa lo que necesitamos. No le importan los gobiernos, ni las
ideologías ni las religiones. Nos esperará eternamente. Y este, al final, es el
regalo de Chernóbil. Antes temía el precio de la verdad, ahora solo pregunto: ¿cuál
es el precio de las mentiras?
Personaje
de Valeri Legásov en la serie Chernobyl
Hoy lunes 16 de marzo, mientras
intentamos recobrar la anormalidad, no
hay altavoz en el que no resuene el mensaje de que estamos ante una situación
extremadamente crítica, que vivimos momentos extraordinarios e inéditos y que nos
adentramos en un escenario sin precedentes. Puede ser. Pero a mí, vaya usted a saber por qué, al contemplar la
actualidad me asalta una extraña sensación de dejà vu, como cuando te suena la melodía pero no consigues recordar
la letra. Es como si de algún modo se percibiesen conexiones, se repitiesen
patrones o se encontrasen recurrencias. Voy a intentar explicar cuáles son esas
recurrencias, esas situaciones repetidas, antes de que piensen que el
confinamiento me ha vuelto chalado.
1. Ante todo mucha calma
¿Se acuerdan de la crisis financiera
mundial de 2008? Pese a que las instituciones financieras internacionales
estaban inyectando dinero a espuertas desde julio para intentar estabiliza la
economía, en España el gobierno estuvo negando su gravedad hasta que nos
impactó de lleno. Mientras en Estados Unidos en julio se intervenían colosos
como IndyMac Bank, Fannie Mae y Freddie Mac, aquí presumíamos de la salud de
nuestro sistema financiero y llamábamos a la calma, no fuese a ser que se
desplomase la bolsa. En octubre llegó el gran batacazo. Y la bolsa se acabó
desplomando. Después todo fueron prisas y marchas forzadas. Inyecciones de
capital para la banca y recortes de los derechos sociales para los ciudadanos.
Pues bien, con la crisis del
coronavirus da la impresión de que ha pasado algo parecido: mientras en China
se aislaban poblaciones y se montaban hospitales de campaña, aquí llamábamos a
la calma diciendo que prácticamente todos los casos estaban controlados; presumíamos
de nuestro sistema de salud e invitábamos a salir a la calle a manifestarnos o
a contramanifestarnos el 8M. Había que dar apariencia de normalidad. Nadie se
atrevía a ser el aguafiestas que quitase la música. Hasta que el ostión nos ha
llegado de lleno. Entonces han venido las inyecciones de capital del BCE y los recortes de derechos civiles para la
gente. A simple vista, coincidirán conmigo, en no parece un escenario muy
novedoso
2. Las autoridades sanitarias recomiendan…
Si nuestro gobierno llamaba a la
calma, no puede decirse que ello se debiera a las recomendaciones de las autoridades
sanitarias mundiales. El 30 de enero el comité de emergencias de la OMS ya
tenía claro cómo había que proceder:
El Comité está convencido de que todavía es posible interrumpir la propagación del virus, si los países aplican medidas sólidas para detectar pronto la enfermedad, aislar y tratar los casos, hacer seguimiento de los contactos y promover medidas de distanciamiento físico en las relaciones sociales que estén en consonancia con el riesgo.
Y pronto el riesgo y la alarma iban
a dispararse. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS hizo unas
declaraciones el 11 de febrero en las que ya definía la epidemia como “una amenaza muy grave” para el mundo, el
“enemigo público número uno” e
incluso un peligro “mayor que cualquier
ataque terrorista”. Ahora bien, el director general de la OMS parecía un pirómano
bombero, pues al mismo tiempo que sembraba la alarma la agostaba afirmando que "no
podemos saber qué va a pasar, si se va a atajar, a convertirse en una
enfermedad estacional o en una pandemia global en toda regla". Y aunque el virus que se cernía
sobre la humanidad era poco menos que un Armagedón, los consejos para atajar su
propagación eran similares a los que se dan en una gripe:
lavar las manos frecuentemente, no tocar la cara con las manos... No sé,
daba la impresión de que la única manera de controlar la propagación de la
epidemia era propagar la pandemia del miedo.
¿Desconfiaba el
gobierno del alarmismo de la OMS tras lo ocurrido en 2009 con la gestión del
brote de gripe A? De todos es sabido que la OMS fue duramente criticada por la gestión
de la Pandemia de gripe A (H1N1) de 2009-2010. Se le acusó de generar
innecesariamente una alarma mundial para favorecer determinados intereses
espurios. El brote fue considerado en un principio más mortal que una gripe
común, se abrumaba semanalmente con las cifras de contagiados hasta que, cinco
meses después, se dejaron de computar los casos, se empezó a retirar el foco
mediático del asunto y se declaró extinguida la pandemia en poco más de un año.
A tenor de todo ello el propio Consejo de Europa redacto un informe, tras una
exhaustiva investigación, en el que podía leerse:
La forma en que se ha manejado la pandemia de gripe H1N1, no solo por la OMS sino también por las autoridades de salud competentes a nivel de la Unión Europea y a nivel nacional, provoca alarma. Algunas de las consecuencias de las decisiones tomadas y las recomendaciones proporcionadas son particularmente problemáticas, puesto que llevaron a una distorsión de las prioridades de los servicios de salud pública a través de Europa, dilapidaron grandes sumas de fondos públicos y también (provocaron) temores injustificados sobre los riesgos para la salud que enfrentaba el público europeo en general.Se han identificado fallas graves con relación a la transparencia de los procesos de toma de decisiones relativas a la pandemia, que han generado preocupaciones sobre la posible influencia de la industria farmacéutica sobre algunas de las decisiones más importantes respecto de la pandemia. Ha de temerse que esta falta de transparencia y responsabilidad resultará en una caída en picado de la confianza en las recomendaciones proporcionadas por las mayores instituciones de salud pública.
La actuación de la OMS está siendo
en esta crisis muy parecida a la de entonces: creación de un estado mundial de
histeria, distorsión de la actuación de los servicios de salud, falta de
transparencia en la toma de decisiones…Si algo hay realmente novedoso es lo
expeditivo de las medidas implementadas en este caso tras ver que el agua y el
jabón no reducían el número de contagios. No digo que no tenga que ser así, la
situación es cambiante y compleja, pero no me negarán que no se les queda el
mismo cuerpo que al leer la fábula de Pedro y el Lobo
3) La culpa siempre es de la gente
Volvamos otra vez a la crisis de 2008.
Los expertos de entonces no predijeron una mierda. Después de que ésta se acaba
llevando por delante el sistema financiero español; después de que las
autoridades económicas consintiesen la salida a bolsa de Bankia cuando estaba
ya quebrada o autorizasen la venta de preferentes; después de todo eso, resultó
que la culpa era de la gente, que había vivido por encima de sus posibilidades,
que había pedido créditos para irse de vacaciones y se había comprado un chalé
cuando no le llegaba para un piso.
Ahora, si se dan cuenta, el foco se
ha vuelto a poner en la gente. A pesar de que el domingo 8 de marzo se nos animó
a acudir tranquilamente a manifestaciones multitudinarias, y el lunes 9 se cierran de golpe y porrazo los
centros educativos de la Comunidad de Madrid, el caos que esta contradicción
provoca es culpa de la gente. Muchos, ante el desconcierto que la situación
genera, salen a comparar en Madrid. Quizá porque antes sus hijos comían en el
comedor y ahora van a tener que darles
de comer en casa. Pues bien, los medios de comunicación ya hablan de
acaparamiento. La buena de Pepa Bueno en
la Ser ya tacha de conducta irresponsable e incívica lo que quizá no es nada
más que previsión ante una situación sobrevenida. El acaparamiento se vuelve
noticia y con ello, además de fomentarse, el foco de la atención pasa de la descoordinación entre administraciones a la falta de civismo
del populacho. Otro tanto ocurrirá a
mediados de semana. Mientras el jueves algunos presidentes autonómicos, como
Emiliano García Page, llaman a no encerrarse y cargan contra quienes quieren tener gratis 15 días de vacaciones;
el viernes otros empiezan a protestar por la afluencia de madrileños a su
segunda residencia, en medio de rumores no desmentidos por el gobierno de que
se va a impedir la salida de Madrid. Ruido, desinformación, descoordinación…
pero en medio de este caos y este desconcierto ya saben quiénes son los
culpables: la gente, por supuesto, que no se queda en casa. La gente del País
Vasco y Madrid que se va a sus segundas residencias de Cantabria o Murcia a
tratar de hacer más llevadero el aislamiento. La gente de Madrid que el sábado
subió a la sierra por si no podían ver el campo en semanas. Siempre hay gente miserable e insolidaria pero...¿Cuántos fueron?
¿Cien? ¿Mil? ¿Diez mil? Eso qué significa, ¿un 1%? Da igual. No hubo diario que
no hiciese de ello un titular. Que quede claro que la culpa es de la gente, que
ha salido por encima de sus posibilidades.
4. Esto lo arreglamos entre todos
¿Se acuerdan de la campaña
#estosololoarreglamos entre todos? ¿De cómo en medio de la crisis las cámaras
de comercio, con el patrocinio de las grandes empresas y la puesta en escena de
multitud de famosos (Buenafuente, Jordi Évole, Angels Barceló, etc),
desarrollaron ese artefacto propagandístico para hacernos creer que el fin de la
crisis estaba en nuestras manos y para animarnos a arrimar el hombro? Al final
cuando los políticos han fallado y el sistema financiero se ha ido al
carajo nos queda la confianza en nosotros mismos, sacar fuerza de flaqueza y
empujar todos en la misma dirección (sin plantearnos, eso sí, quien es quién la
marca).
Ahora está la campaña
#yomequedoencasa. Después de que haya quedado
claro que los políticos no saben cuidar ni de sí mismos; de que nuestro sistema
sanitario, ya de por sí exhausto está a
punto de estrangularse…ahora sí, es la hora de la gente, la hora de los famosos
pidiendo que te quedes en casa, que renuncies a libertades fundamentales. El
miedo al virus, al igual que el miedo a perder el trabajo, ha obrado el milagro:
renunciamos a derechos civiles del mismo modo que renunciamos a derechos
sociales. La urgencia manda. La gravedad lo exige. Es la hora de imitar a los
héroes.
5. Necesitamos héroes
¿Se acuerdan de los bomberos del
World Trade Center en los atentados del 11 de septiembre? En su momento se les
consideró héroes. Se les puso como ejemplo del sacrificio y la abnegación que
la ciudad de Nueva York necesitaba. En realidad más que héroes fueron mártires,
carne de cañón a la que se envió al frente sin la protección ni la información
adecuada. Gente que cumplió órdenes de superiores que en su vida se habían
visto en una igual y lo pago con su vida.
Nuestros héroes son los médicos, las
enfermeras, los que tratando de paliar la pandemia se han contagiado. Y sin
duda merecen nuestro respeto y reconocimiento. Pero lo que no se puede permitir
es que bajo ese barniz de heroísmo personal se esconda que se les ha enviado al
frente sin la protección ni la información adecuada; que han cumplido órdenes
de superiores que no sabían por dónde se las andaban, porque la enfermedad es
nueva y no hay protocolos específicos, tan solo recomendaciones de unos expertos
cuyo acervo científico sobre la enfermedad tiene menos de tres meses.
En fin, son éstas unas cuantas
reflexiones a buena pluma. Podría seguir hablando sobre el papel que han desempeñado
los medios de comunicación a la hora de erigirse en altavoces de los intereses
creados; sobre las llamadas a la unidad que buscan acallar críticas a la propia
gestión; sobre los vencedores y vencidos que toda guerra deja. Podría hablar
sobre la vacuna frente al desorden que siempre supone ver a las fuerzas de
seguridad en las calles; sobre las consecuencias que otras crisis y pandemias
mundiales precedentes nos han dejado. Quizá otro día lo haga. Pero de
momento, en medio de toda esta sobreexcitación, quería compartir esa impresión
que ahora tengo de que no hay nada nuevo bajo el sol. De que gobernantes,
medios de comunicación y expertos siguen siendo como siempre han sido: primero
se llama a la calma y a la confianza; después se toca a rebato y se desata el
pánico. La culpa, como siempre, es de la gente por su egoísmo incívico; para a
renglón seguido pedirles un gesto generoso o heroico que, por lo general, suele
acabar en un recorte de derechos o libertades.
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