miércoles, 11 de julio de 2012

Elisabeth Magie y este tablero de juego al que llamamos España

Viendo hace 
unos días a Esperanza Aguirre cantar las bondades de su tierra para que en ella se instale esa sucursal de Sodoma a la que han dado en llamar Eurovegas, me vino a la memoria el nombre de una mujer cuya figura está íntimamente ligada con el juego y los solares: Elisabeth Magie.

Elisabeth, “Lizzie” como le llamaban sus amigos, era seguidora de las teorías del economista norteamericano Henry George y buscaba demostrar, de forma lúdica, los perniciosos efectos que obraba el monopolio en la oferta de bienes inmuebles, pues éste originaba que las rentas se tornasen abusivas, provocando así el rápido enriquecimiento de los propietarios  a costa de la miseria de los arrendatarios. Para ello pergeñó un juego de mesa al que llamó El juego de los arrendadores, cuya patente solicitó que le fuese reconocida el 23 de marzo de 1903. Sin saberlo, Lizzie acababa de sentar las bases de lo que, con el tiempo y la alargada sombra de los hermanos Parker, acabaría siendo el juego de finanzas más popular del mundo: El Monopoly.

¿Quién no ha jugado alguna vez al Monopoly? ¿Quién no ha alcanzado el éxtasis viendo la cara de panoli que se le quedaba a su primo, a su vecino, o a su cuñado al caer en alguna de las calles de color azul cuando en ellas se enseñoreaba un hotel rojo y orondo como el sol del atardecer? ¿Y quién no ha disfrutado leyendo las apasionantes, a la par que instructivas, reglas del juego? Me temo que aquí acabo de quedarme solo.

En efecto, siendo esencialmente España un país donde la gente aprende de oídas, me temo que entre los lectores de este artículo nos las veríamos moradas para juntar a media docena que se hubiese leído las susodichas instrucciones. Así pasa, que con el boca a boca las reglas del juego van evolucionando y no se juega igual en casa de tu amigo el de Zamora que en el cuartel cuando hacías la mili en Valencia; y si alguien reclama o protesta siempre está el socorrido recurso a la tradición: “Pues aquí hemos jugado así toda la vida”. 

En cualquier caso,  se juegue con las reglas que contiene la caja, si es que las contiene, porque todas acaban desapareciendo en extrañas circunstancias (ríanse ustedes de lo de Vélmez comparado con esto); o se juegue con las reglas de la casa, esas reglas tienen siempre que estar sujetas a dos principios para que la cosa funcione: coherencia y reciprocidad. Es decir, han de guardar relación y proporción entre ellas y, a su vez, ha de existir correspondencia entre lo que tú haces y lo que te pueden hacer a ti. De este modo, nadie consentiría que se pudiese hipotecar una calle por un valor mayor al venal; ni nadie aceptaría que alguien cobrase 400 euros por concluir el recorrido del tablero mientras el resto cobra solo 100.

En este tablero de juego al que llamamos España sucede hoy en día algo parecido. No juntaríamos media docena entre los que leen estas líneas que sean lectores habituales del BOE, o que lean los decretos en los que se materializan las reformas. Ahora bien, esto no es óbice, sin embargo, para que sean cada día más los que se dan cuenta de que la cosa no funciona, pues ni la coherencia ni la reciprocidad se encuentran entre los principios que conforman e inspiran nuestras reglas del juego.
No es coherente ni recíproco, por ejemplo, que se haya reducido el número de médicos, profesores, asistentes sociales o bomberos y que, por el contrario, se mantenga el mismo número de concejales liberados, diputados provinciales, diputados regionales, diputados nacionales, senadores, etc. Cierto que son los representantes de la inalienable voluntad democrática, pero puestos a elegir yo prefiero que me representen un poco menos y que me curen, me enseñen o me protejan un poco más.

Tampoco podemos hablar de reciprocidad o coherencia cuando alguien, al invertir en comprar una casa, se equivoca en sus expectativas, no puede pagarla, y la acaba perdiendo;  mientras que un consejero delegado de un banco (infinitamente mejor informado y asesorado) obtiene una cuantiosísima indemnización tras haber arruinado a la entidad como consecuencia de haberse equivocado en muchas malas inversiones.

De este modo, lo que menos puede sorprendernos a estas alturas es que cada vez sean más los que acusan a la banca y a los políticos de amañar la partida, pues  resulta extraño que todas las cartas de sorpresa que le tocan al contribuyente sean de pagar mientras que las que les tocan a banqueros y políticos sean las que les dejan libres de la cárcel. Como tampoco puede sorprendernos que cada vez sean más los que, como sucedería jugando al Monopoly, se levantan de la mesa al grito de “¡sois unos tramposos de mierda!”

7 comentarios:

  1. Esto es España....menudos ladrones

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  2. El mayor tramposo salió del gobierno, si la justicia hubiese actuado a tiempo, ni tan siquiera hubiese acabado su legislatura y posiblemente los actuales actuasen con más responsabilidad.

    Los banqueros sin control también actúan a su arbitrio, para ello se supone que debería actuar el Banco de España, su director es otro que también se merece la cárcel.

    ¿Como quereis terminar esta historia? ¿con una España intervenida o con una España que supo hacer justicia y recortar las prebendas que dispensaba a sus políticos?

    Yo apuesto por lo segundo, por eso sí merece la pena salir a la calle.

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  3. Muchas gracias por tu cometario. No es cuestión de buscar a mayores o menores, sino de, como decía Unamuno, llamar ladrón a quien ves robando, pues si no te conviertes en su cómplice.

    Creo que para cambiar las cosas hay que empezar cambiando la opinión que la ciudadanía tiene sobre éstas. No hay nada más que ver la encuesta del CIS que ha salido hoy para darse cuenta de que esto se está produciendo. Lo importante es no perder la memoria, agudizar el entendimiento y ejercitar la voluntad, todos los días y en cada parcela de nuestra vida.

    Un saludo y te reitero mi agradecimiento.

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  4. Pues yo soy de los que se leyó las instrucciones del Monopoly y nunca logró que los demás las aplicaran al ciento por ciento. No lo he conseguido ni con mis hijos.
    Me he leído el blog de cabo a rabo y me gusta mucho, me ayuda a verlo todo más claro y a analizar mejor todo lo que veo a mi alrededor. Gracias por tu claridad.

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    1. Hola Eduardo

      Como digo en el artículo, a veces no hace falta jugar con lo que estrictamente dicen las regalas de la caja, sino con unas normas basadas en la reciprocidad y el sentido común

      Muchas gracias a tí por haberte molestdo en leerlo; por habiendote molestado en leerlo molestarte en comentarlo; y por habiendote molestado en comentarlo decir que te ha servido de ayuda.

      Un saludo

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  5. Muy buen análisis, muy buen artículo. Sólo añadiría que el juego, transportado a la realidad de nuestra sociedad, se debería llamar "Oligopoly".

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  6. Muchas gracias por tu comentario. Disculpa la tardanza al contestarte, pero había mucho que no había abierto la bandeja de mensajes. No te falta razón al mencionar la realidad de los oligopolios. Conseguir un monopolio es una tarea titánica que no esta al alcance de cualquiera, de ahí que triunfe la fórmula del oligopolio, donde la lucha es menos encarnizada y los beneficios más estables.

    Un saludo

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