miércoles, 12 de marzo de 2014

El día que Goya pintó a dos españoles debatiendo sobre la ley del aborto







Francisco de Goya lo plasmó gráficamente hace un par de siglos: cuando los españoles tenemos que reflexionar sobre asuntos trascendentales nos enterramos en barro hasta las rodillas, nos pertrechamos con un buen garrote, y nos liamos a sacudir golpes a diestro y siniestro;  así, lo que en otros países se dilucida mediante serenas lluvias de ideas, en España se acaba convirtiendo en un aguacero de hostias. 



Nuestros políticos, grandes conocedores y defensores de nuestras miserias patrias, jamás desaprovechan la ocasión de beneficiarse de ellas. De este modo, cuando se quedan sin argumentos racionales para defender su gestión, nada mejor que acudir a los irracionales y atávicos para que la gente se meta en su trinchera y comience a lanzar piedras.

Zapatero lo hizo en 2010. Después de que dos años antes hubiese eliminado el impuesto de patrimonio (medida social por excelencia) y cuando comenzaba a flotar en el ambiente la idea, aprobada meses después, de aumentar de la edad de jubilación (nuevo rejón en todo lo alto para los parias de la tierra y la famélica legión),  sacó el conejo de la chistera con la reforma de la ley del aborto y los suyos volvieron a cerrar filas en torno a él.
Rajoy ha hecho lo mismo: Después de haber prometido bajar los impuestos y la deuda, resulta que ha sido su gobierno el que mayor ha incrementado ambos durante la democracia. ¿Solución? Poner a Gallardón a reformar la ley del aborto, que es de las pocas cosas, por no decir la única, que diferencian a su partido del de Rubalcaba.

Es curioso, pero allá por el mes de julio los partidarios de la reforma del aborto se quejaban amargamente* de que esta no tuviese todavía fijados ni los términos ni las fechas, y a Rouco Varela le costaba entender que no hubiera ni siquiera un anteproyecto de ley sobre la reforma del aborto*.

Pero, mira tú por dónde, de repente empezaron a aflorar en el PP de la trasparencia casos cada vez más graves de corrupción; también resultó que la falta de “una rigurosa justicia en el reparto de la austeridad”, prometida por Rajoy en su discurso de investidura, estaba a punto de hacer estallar la convivencia mereced a los constantes recortes y subidas de impuestos; y, por último, las cifras macroeconómicas ponían de manifiesto, una y otra vez, la ineficaz política económica de Rajoy.

Resultado: Gallardón anunciaba en noviembre la “inminente reforma de la ley del aborto”*, lanzándose de inmediato sus partidarios y detractores a cavar trincheras y a pertrecharse de palos, sin pararse a pensar si lo que están defendiendo es lógico o coherente.



Discusiones de garrote: tan absurdas como reconfortantes


Estas discusiones de garrote en las que gustamos de enfrascarnos los españoles son tan estériles como reconfortantes. Tratar de llegar a conclusiones razonadas, fundamentadas y coherentes suele ser una tarea ardua, penosa y de resultados inciertos. Quien se molesta en diseccionar un problema a fondo y sin prejuicios, al final no alberga sino grandes dudas y humildes conclusiones. Sin embargo, quien se considera en posesión de la verdad, se ahorra el penoso e incierto esfuerzo de buscarla, los sinsabores de hallarla solo a medias, y goza del placer de poder sacudir, ufano y seguro, a quienes osen atacarla o ponerla en duda, sintiéndose así el paladín de una noble cruzada.

La dinámica de estas discusiones garroteras es sencilla: Una vez que se empieza a repartir estiba todo vale. Basta con echar un vistazo opiniones que sostienen unos y otros para ver hasta qué punto, en el fragor de la refriega, se pierden las más elementales nociones de lógica, coherencia y reciprocidad, resultando muchos de los argumentos esgrimidos tan incongruentes como ridícula la forma de esgrimirlos. Veamos algunos ejemplos. 

Una de las principales razones que esgrimen los partidarios de la reforma de la ley del aborto es que “el aborto provocado es algo inmoral”*. Quizá no les falte razón, pero lo que la actual reforma pone en juego no es la moralidad o inmoralidad del aborto, sino si el Estado ha de arrogarse la competencia de moralizar a la sociedad a golpe de ley orgánica. Pues bien, resulta paradójico que la Conferencia Episcopal Española que clamó en su día que el Estado no debía inmiscuirse en cuestiones de educación moral cuando el gobierno de Zapatero introdujo el estudio de la educación cívica en la enseñanza*, pida ahora al Estado que tome cartas en este asunto.

Como digo, lo fundamental de la reforma no es dirimir si el aborto es moral o inmoral, sino si debemos convertir aquello que sea inmoral en delito. Posiblemente no sea mala idea, pero lo cierto es que hay decenas de conductas como el adulterio, el desigual reparto de la riqueza, la embriaguez, la usura, el consumo de drogas o ver Salvame que por muy inmorales que sean no están consideradas delito. Por tanto, no es coherente entrar a legislar unas sin legislar las otras. Si consideramos que el Estado está para promover la virtud, ha de promoverla en todas las esferas. Y, por el contrario, si consideramos que el Estado no puede atribuirse tal competencia, no puede atribuírsela en ningún caso.

Si resultan lisérgicos los argumentos de los defensores de la reforma, no menos estupefacientes resultan los de sus detractores.  La izquierda, que generalmente se caracterizan por poner el énfasis en el papel capital del Estado como baluarte de los valores sociales, en detrimento del individualismo, no tiene empacho en afirmar que el seguir adelante o no con un embarazo es una cuestión meramente individual de la mujer, en la que el Estado no debe inmiscuirse*. Esto, además de entrar en flagrante contradicción con el hecho de que el aborto pueda considerarse un derecho que debe ser garantizado por el Estado, cosa que también reivindican, pasa por alto algunos datos de sumo interés.

Si echamos un vistazo a las estadísticas que nos proporcionan el INE* y el Ministerio de Sanidad*, nos damos cuenta que no es un asunto estrictamente individual, pues desde el año 2000 han nacido en España 5.518.599 niños y se han practicado 1.251.979 abortos. Es decir, el aborto bien puede ser considerado un problema de salud pública, pues es la causa de que una sexta parte de los embarazos no lleguen a término. Si pudiese atribuirse a cualquier otra causa un número semejante de embarazos malogrados, de forma tan drástica e inequívoca como sucede con el aborto (pongamos por caso polución ambiental, mala alimentación, virus, o cualquier otra cosa), muchos de los que hacen ahora del aborto un asunto particular, clamarían por que el Estado tomase medidas para paliar tamaña pandemia.
 
Como vemos, el aborto puede fácilmente trascender los límites de la conciencia individual y tornarse un problema socio-sanitario e, incluso, socio-económico. Algunos colectivos feministas, detractores de la reforma, así lo han entendido y, como medida de protesta, para dejar claro que las mujeres son exclusivamente dueñas de su cuerpo y de cuanto en él se produce, decidieron hace unos días inscribieron sus cuerpos en el registro mercantil*. La idea es francamente imaginativa, pero resulta un tanto incoherente que provenga de quienes critican que la publicidad convierta el cuerpo de la mujer en un objeto. 

Además de contradictoria, resulta jurídicamente endeble, pues aunque el artículo 33 de nuestra constitución prevé, como norma general, que “nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos”,  deja la puerta abierta a que pueda llevarse a cabo “por causa justificada de utilidad pública o interés social”. Y como hemos dicho, algo que diezma en una sexta parte los nacimientos bien podría considerarse tal. 

Hablando de expropiaciones, otro hecho realmente curioso es que esa expropiación masiva de úteros no va a ser llevada a cabo por los defensores de la colectivización de los medios de producción, sino por la derecha que enarbola la bandera de la libertad empresarial y detesta (al menos en teoría), que el gobierno se inmiscuya en los asuntos económicos. Y todo ello, además, sin tener en cuenta que dicha expropiación ha de llevarse a cabo, según el mencionado artículo, “mediante la correspondiente indemnización”. Es decir, en términos económicos, se priva a las mujeres de su derecho a decidir qué, cómo y en qué condiciones se produce en su útero, sin que medie la correspondiente indemnización, pues la ley les obliga a tener hijos sin proveer de los medios para que esto no lesione los intereses económicos o la libertad de la madre.

Por último, no menos curioso contemplar como muchos de los abogan por la intervención del Estado en favor de los débiles frente a los fuertes (en asuntos como la venta de preferentes, los desahucios, el maltrato a los animales, etc.), se ponen ahora en contra de la parte débil (por estar el feto inerme y totalmente a merced) y a favor de que la embarazada pueda hacer, con lo que pulula en su vientre, lo que le venga en gana. Quizá puedan esgrimir que el feto no es una persona y, por tanto, carece de derechos que puedan ser reclamados en su nombre. Pero una corporación (persona jurídica) o un caniche tampoco son, sensu estricto, personas y no por ello quedan desamparados.


Conclusiones modestas y poco concluyentes


Voy a tratar, a sabiendas de que la tarea es ciclópea, de intentar poner un poco de orden en todo este batiburrillo dialéctico. Con cuidadín, eso sí, y siendo consciente de que las conclusiones a las que llegue pueden ser parciales, susceptibles de mejora y pueden dejar más lectores descontentos que satisfechos.


Después de todo lo expuesto, creo que tanto tirios como troyanos coincidirán conmigo en que el más execrable de todos los delitos es quitar la vida. Del mismo modo, creo que también coincidiremos en que, a la inversa, no hay mayor generosidad que el darla. Robar, como asesinar, es considerado un delito. La falta de generosidad, por sangrante y dolorosa que a veces pueda resultar, no se considera tal. Luego conviene tener en cuenta que no todo lo que resulta moralmente execrable resulta ser jurídicamente punible. 
Lo anteriormente expuesto no quita para que el Estado no tenga competencias en esa cuestión. El aborto, como dijimos, bien puede considerarse un problema de salud pública, con lo cual es Estado estaría legitimado para actuar en aras del bien común. Ahora bien, esta actuación quizá no debería ir más allá de que el Estado promueva los medios para prevenir las causas y paliar las consecuencias, como sucede en el caso del alcoholismo y la drogadicción. Cabría preguntarse si existe alguna razón  para pedirle al Estado que vaya más allá, pues del mismo modo que el ordenamiento jurídico no obliga a nadie a donar uno de sus riñones para sacar adelante otra vida, quizá tampoco podría obligar a la madre a donar su cuerpo para que en él se geste otra. Lo que sí debería hacer (y no entiendo bien por qué no se hace) es crear algo similar a la organización nacional de trasplantes, que permitiera que sacar adelante un embarazo no significase hipotecar una vida; así como poder adoptar en España a miles de parejas que ahora se ven obligadas a hacerlo en el extranjero.

Del mismo modo, es cierto que, desde el punto de vista económico, el interés nacional puede justificar la expropiación de los medios de producción siempre que medie una indemnización. Pues bien, si el gobierno no se plantea expropiar en sectores estratégicos como la banca, las eléctricas o los hidrocarburos en aras de ese interés, tampoco parece estar legitimado para esgrimir ese argumento a la hora de expropiar a las mujeres la titularidad de su cuerpo. Máxime si tenemos en cuenta que no solo la ley no prevé indemnizar a las mujeres, sino que se presenta precisamente en un momento en el que se están recortando las ayudas sociales y las ayudas a la dependencia*.
  
Si han llegado al final de este artículo, habrán podido comprobar lo que ya avancé: El camino ha sido largo, tedioso y las conclusiones no acaban de convencer (a mi por lo menos). Quizá hubiese sido mejor despachar, en cuatro párrafos, unos cuantos argumentos circulares con los que rebatir las tonterías del rojeras de su vecino del quinto mientras pasean al perro, o las sandeces del fachorro del tercero mientras toman café en el bar de abajo. Mejor aún, y dos veces bueno por ser más breve: un twit que sentenciase con una frase sonora y rotunda, algo en plan “la que se espatarre que apechugue”. Pero desengáñense, si han llegado al final del artículo eso ya no les vale. Si no ha dejado de leerlo al grito de "basura ultracatólica", "pasquin feminazi", "propaganda anticlerical", "sandeces de rojos" o cosas por el estilo, es que está en condiciones de contemplar la realidad sin cataplasmas ni anteojeras. Una vez que ha abierto uno los ojos, es muy difícil cerrarlos y hacer como si nunca hubiésemos visto.
 



12 comentarios:

  1. Estando de acuerdo contigo en el análisis racional de los comportamientos irracionales, creo que se te olvida lo fundamental para NO defender el aborto: es el asesinato de un ser humano

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  2. Muchas gracias ClavedeSol por tu comentario. La verdad es que no olvidé la cuestión que mencionas, pero tengo dudas sobre si un aborto puede considerarse un asesinato y sobre si un feto es un ser humano. Y como no encontré asideros racionales suficientes, no pude plasmar, tal cual, esa idea. Estaré encantado de escuchar cuantos argumentos firmes puedas aportar, pues yo, por desgracia, en ese aspecto tengo muchas dudas y pocas certezas.

    ASESINATO

    Como digo en mi artículo, considero que no cabe acto de generosidad más grande que el dar la vida. Esto implica que quizá pudiésemos considerar a la persona que aborta como alguien falto de generosidad, tacaño o mezquino, pues se niega a seguir dando su vida (albergando en su seno, cobijando en su cuerpo) a otro ser. ¿Es esto un asesinato? Asesinar es quitar la vida. En este caso estamos hablando de no darla.

    SER HUMANO

    ¿Podemos decir que un feto de 14 semanas es un ser humano? ¿Qué nos hace humanos? ¿El respirar? ¿La capacidad de sentir? ¿La capadidad de razonar? Corrigeme si me equivoco, pero creo que un feto de 14 semanas no pujede hacer ninguna de esas tres otras. Seguramente con 22 semanas pueda hacer, cuando menos, dos de ella. Será entonces es cuando podremos considerarle un ser humano. Hasta ese momento sería un "siendo humano". ¿Hemos de otorgar la misma consideración, por expresarlo en términos aristotélicos, al ser en acto que al ser en potencia? ¿Se considera penalmente aquiparables el homicidio que el homicidio en grado de tentativa?

    Como te digo, yo no lo tengo claro, por eso evité dar una respuesta tan tajante como la que tú das. En cualquier caso creo que no debemos privarnos de manifestar nuestras ideas y de defenderlas con denuedo. A ello te emplazo

    Un cordial saludo y muchísimas gracias por dejar tu parecer. .

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  3. Si usted tuviera muchas dudas y pocas certezas sobre si lo que se mueve tras los arbustos es una persona o la cabra que quiere cazar, ¿dispararía?

    Creo que cualquiera que albergue la menor duda sobre si un embrión es un ser humano o no está obligado moralmente a posicionarse en contra del aborto. Sólo se puede estar a favor desde la certeza absoluta de que no se mata a un ser humano. Todo lo demás son zarandajas.

    Los abortistas deberían explicar muy clarito cuándo surge el ser humano y dejarse de chorradas, dudas y zozobras. ¿Surge cuando el embrión puede sentir y respirar? ¿Podemos eliminar sin más, en consecuencia, a cualquier anestesiado que no respire?

    Respecto a la distinción entre ser potencial y actual, le invito a que reflexione sobre esto:

    Admitamos a efectos dialécticos que un embrión es un ser humano potencial y no actual. Se trataría de una diferencia de grado o de cualidad. Si es de grado (como, por ejemplo, un delgado es un gordo potencial) por definición no sería una diferencia esencial que justificara un diferente tratamiento tan radical como negar o no el derecho a la vida. Si es de cualidad (como, por ejemplo, un vivo es un cadáver potencial) ¿cuándo “muere” el embrión para que “nazca” el ser humano? Volvemos a la inexcusable necesidad de señalar un misterioso punto de inflexión ¿una intervención divina tal vez? que no pasa de mera creencia acientífica.

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    1. Muchas gracias por su comentario y por tomarse la molestia de discrepar conmigo.

      Si yo tuviese la más mínima duda de si lo que hay tras un arbusto es una cabra o una persona no dispararía. Ahora bien, que yo en mis actuales circunstancias no disparase, no es óbice para que otras personas, en otras circunstancias (miedo, hambre, desesperación) no estuviesen legitimadas para hacerlo o fuese comprensible que lo hicieran. Su pregunta, a mi modo de ver, apela a la consideración moral del aborto. Quizá lo que debemos concretar es su condición jurídica y sus implicaciones sociales.

      La discusión sobre si el embrión es persona o cuando empieza a serlo creo que no conduce muy lejos a efectos prácticos. Pasará como con el jarrón de Rubin, que dependiendo de lo que establezcas como marco de referencia lo verás de una manera o lo verás de otra. Pero en cualquier caso, la vida en sociedad está llena de misteriosos puntos de inflexión que hay que regular (cuando algo es robo o es hurto, cuando una persona está suficientemente informada al comprar acciones preferentes y cuando no, si fue antes el huevo o la gallina) y hay que tratar de hacerlo con serenidad, argumentos racionales y la mayor aquiescencia posible.

      Yo creo que un embrión, como un billete, al margen de que en un momento dado no sea nada más que un amasijo de celulosa o de células, es una promesa cuasi tangible de bienes futuros. Es decir, si todo sigue su curso (y generalmente suele seguirlo), de un embrión sale un lustroso ser humano y de un billete de 500 € un ordenador o una televisión de plasma. Ahora bien, puede haber quien delante de mí rompa un billete y me diga: Esto es solo papel. Y yo no puede rebatirle racionalmente que no lo sea. Es cuestión de instalarse en el presente o en el futuro a la hora de hacer el juicio.

      Por tanto, a mi modo de ver, de lo que se trata es de buscar, de manera ecuánime y sosegada, la solución a un problema: Hay madres que no quieren ceder su útero para que en él se geste una nueva vida.
      Podemos, como muchas veces se hace, criminalizar o juzgar moralmente a la madre y hacer recaer sobre su decisión toda la responsabilidad de que ese embarazo salga adelante, como el tonto de los cojones ese que iba diciendo en twitter que “la que se espatarre que apechugue” (como si solo con abrirse de piernas el aire las polinizase).

      O podemos pensar sobre las circunstancias que pueden llevar a una mujer a tomar esa decisión: Un novio o amante que se desentiende de la criatura, unos jefes que no quieren oír ni hablar de mujeres embarazadas, unos sueldos y unas jornadas de trabajo que hacen que criar a un hijo en solitario sea una tarea poco menos que imposible, etc.

      De lo primero, a mi modo de ver, salen condenas y gente ufana que ha hecho que resplandezca el bien, la moral y la verdad a costa de que sean otros quienes arrostren con todo lo que de ello se deriva. De lo segundo igual pueden salir soluciones.

      Por tanto, quizá la pregunta no sea si dispararía usted a una cabra tras los arbustos teniendo dudas sobre si puede ser un hombre, sino qué hemos de hacer para que todo aquel que tenga dudas no se vea en la obligación de disparar.

      Un cordial saludo.

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    2. Yo también le agradezco su atención y disposición a debatir, pues advierto que es una persona inteligente de la que sin duda podré aprender algo.

      1º Creo que ambos tenemos clara la diferencia entre moral y derecho. Por supuesto que no toda conducta inmoral es ni debe ser punible, faltaría mas, pero sí todo ataque violento a una persona pacífica. La oposición seria al aborto lo rechaza no por que sea meramente inmoral, sino por considerarlo un homicidio; por consiguiente, todas las objeciones fundadas en la mera inmoralidad podemos sin más ignorarlas, como en el ajedrez se obvian las malas jugadas para centrarse sólo en la posible mejor respuesta.

      Mi pregunta no apelaba a la consideración moral del aborto, sino a la de quienes apoyan el aborto en abstracto sin tener las cosas claras, que es otro tema. Admito que disparar ignorando lo que hay detrás puede ser incluso moral en circunstancias muy específicas (por ejemplo, si tus hijos se morirán de hambre si no cazas pronto una cabra), pero eso no bendice el acto de equivocarse y matar a una persona. Es decir, aunque disparar en circunstancias concretas pudo ser moral, matar a un inocente nunca va a serlo y hay que pagar por ello. Parece que queremos ser héroes y que nos salga gratis. No señor, si usted tortura a un terrorista para evitar el asesinato de cientos de personas, usted apecha con los años de cárcel que le correspondan por su crimen bienintencionado. Análogamente, puede haber casos muy especiales –jamás en abstracto- en que matar a un inocente sea moral, pero hay que pagar por ello.

      Disparar sin saber qué hay detrás es, en general, una manifiesta temeridad inmoral, y del hecho de que circunstancias muy específicas la conviertan incluso en moral no se sigue que se deba despenalizar, ni siquiera en tales circunstancias, el homicidio imprudente (Al igual que no toda inmoralidad debe ser castigada penalmente, los actos que conllevan la comisión de un delito deben ser punibles aunque sean morales)

      Por consiguiente, insisto en que cualquiera que tenga dudas está obligado moralmente a posicionarse en contra del aborto en abstracto, no porque el aborto sea sólo inmoral, sino porque puede ser un homicidio. Y está obligado moralmente a no apoyar la despenalización de esa posible conducta homicida incluso en circunstancias especialísimas (que yo todavía no alcanzo a imaginar, pero puedo admitir en teoría) en que matar a un inocente indefenso pueda llegar a ser moral; al igual que no es lícito despenalizar la conducción borracha a doscientos por hora en una carretera secundaria aunque se deba a una urgencia sanitaria (a ese ¿héroe? se le puede poner una medalla, si por el camino no se cargó a nadie, y después al trullo como dicta la ley)

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    3. 2º Sermonear sobre moralidad a unos secuestradores no suele conducir muy lejos a efectos prácticos (casi nunca sueltan al rehén por eso), pero tal contrariedad no refuta que un secuestro deba ser delito (no sólo por inmoral, sino por suponer un ataque a un pacífico) ni significa que no haya manera de determinarlo. La necesidad de encontrar criterios no sólo objetivos sino además intrínsecos (no meramente formales o convencionales) que nos permitan deslindar lo tolerable de lo que no lo es resulta crucial. De hecho, no es un misterio insoluble cómo distinguir un robo de un hurto, ni debería serlo saber cuándo una persona está suficientemente informada al comprar acciones preferentes. Desde luego, determinar puntos de inflexión válidos no puede depender de la perspectiva ni del consenso, sino en exclusiva de sólidos argumentos racionales y es un empeño indeclinable si no queremos caer en la absoluta barbarie, por muy frustrados que nos podamos sentir.

      Comparar un embrión con un billete que se ha de “transformar” en un ordenador es una petición de principio que no demuestra nada. Un billete es un potencial ordenador (potencialidad cualitativa) porque se puede señalar sin la menor duda el punto de inflexión que da lugar al ordenador actual: el momento de la compra. Señáleme usted, si quiere que le acepte la comparación, el indiscutible punto de inflexión que convierte al embrión en ser humano. Dígame cuál es ese punto y discutiremos sobre él, pero no pretenda dar por sentado lo que hay que demostrar. Por otra parte, es indiscutible que un billete es algo más que papel como cualquier persona es algo más que células. Y si alguien cae en el irreflexivo reduccionismo de asegurar que es SOLO papel, claro que se le puede rebatir racionalmente, como, por decir algo, se le puede rebatir que El Quijote sólo sea un montón de palabras. Además, la comparación es desafortunada porque de hecho un billete, como depósito de valor y medio de cambio, vale más para la mayoría de agentes económicos que el ordenador en que eventualmente se puede “transformar” ¿Puede tener, análogamente, más valor un embrión no humano que un ser humano?

      La humanidad no puede depender, sin incurrir en contradicción, del desarrollo, el aspecto o las capacidades del ente. La humanidad es una esencia que, como toda sustancia material, se caracteriza a nivel molecular; en este caso por un código genético completo e independiente que surge en el instante de la concepción. Otra cosa es que inducidos por un hedonismo miope pretendamos hacernos trampas en el solitario.

      Y la mujer que no desee tener hijos que use anticonceptivos o, para total seguridad, se abstenga de practicar el coito, qué quiere que le diga. No se trata de ceder úteros, puesto que el embrión no es un alien que se metió ahí por su cuenta. Quedarse embarazada equivale a firmar un contrato.

      Y no hay nada que negociar con una mujer que pretende cometer un homicidio, como no hay nada que negociar con un asesino. Lo único que se debe dirimir en el debate del aborto es si el embrión es o no un ser humano. Si usted no se siente capaz de opinar sobre ello, usted no tiene nada que decir en este debate. Si usted sostiene que la cuestión es irresoluble o relativa, deberá demostrar que lo es y apechar con las consecuencias; por ejemplo, que los nazis o los estalinistas bien pudieran tener razón. Lo que no puede, como parece que pretende, es desvirtuar el fondo del asunto socializando el problema, porque, entonces, no estará debatiendo sobre el aborto sino sobre la socialización del crimen y otras conductas indeseadas, que es un tema bien distinto.

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    4. 3º Si quiere, aparcamos el tema del aborto y hablamos de la socialización del crimen y otras conductas indeseadas.

      Entiendo que viene usted a decir que el crimen es un fenómeno social del que todos somos responsables y no basta con la represión individual de sus autores materiales, que a fin de cuentas sólo serían unas víctimas más. Desde tal perspectiva, poco importa en realidad que el aborto sea un crimen o un mero problema de salud pública, pues en ambos casos su solución requeriría de una intervención social global que gestionara la etiología del mismo.

      Le cito textualmente sustituyendo “aborto” por su hiperónimo “crimen”:

      “Podemos, como muchas veces se hace, criminalizar o juzgar moralmente al criminal y hacer recaer sobre su decisión toda la responsabilidad de su crimen”

      “O podemos pensar sobre las circunstancias que pueden llevar a ese criminal a tomar esa decisión”

      “De lo primero, a mi modo de ver, salen condenas y gente ufana que ha hecho que resplandezca el bien, la moral y la verdad a costa de que sean otros quienes arrostren con todo lo que de ello se deriva. De lo segundo igual pueden salir soluciones”

      Vale, le acepto “pulpo” como animal de compañía, pero ahora le invito a ser consecuente y preconizar la despenalización de toda clase de crímenes para su correcto tratamiento y socialización.

      Un cordial saludo y disculpe la extensión de mi respuesta.

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  4. Muchas gracias por su extensa respuesta, lejos de ser motivo de fastidio es una satisfacción y un estímulo. Lo que verdaderamente siento es contestarle casi una semana después, pero ni dar respuesta a su pertinente y correoso comentario era tarea fácil, ni yo he andado sobrado de tiempo. Vamos al lio, pues:

    1) Tiene usted razón. Si un aborto es equiparable a un asesinato las circunstancias que pudiesen provocarlo podrían ser en algún caso atenuantes, pero nunca eximentes. La cuestión sería si puede considerarse asesinato.

    2) Partamos de la base de que asesinar es quitar la vida a un ser humano. ¿Podernos considerar un embrión un ser humano vivo? Usted dijo que "la humanidad es una esencia que [...] se caracteriza [...] por un código genético completo e independiente que surge en el instante de la concepción". Así mismo, no podemos negar que un embrión es un ser vivo, pues en él se observa la función de nutrición y desarrollo celular. Juntando ambas proposiciones cabría concluir que un embrión es un ser humano vivo.

    A mí me parece que esto es una falacia de composición, pues lo que es cierto para las partes puede no serlo para el todo. El mismo código genético del embrión estará presente en el cadáver, que será humano, pero no estará vivo. Del mismo modo, que el embrión esté vivo puede no significar que sea humano, pues aunque potencialmente llegue a serlo, en ese momento es solo un proyecto que todavía no se ha revestido los atributos definitivos que materialmente le confieren su humanidad.

    3) De la misma manera que podemos establecer que un ser humano ha muerto porque ha dejado de respirar, ha dejado de latirle el corazón y han cesado los impulsos nerviosos en su cerebro, podríamos concluir que un ser humano vive cuando comienza a respirar, comienza a latir su corazón y pueden distinguirse impulsos nerviosos en su cerebro.

    4) Dice usted que quedarse embarazada equivale a firmar un contrato. Para que un contrato tenga validez ha de suscribirse con pleno conocimiento y consentimiento de las partes. ¿Qué pasa si las personas implicadas (siempre dos, no solo la mujer) utilizan métodos anticonceptivos (es decir, caso de producirse un embarazo no son conscientes) y estos fallan, o se produce una violación (no hay, por tanto, consentimiento?

    5) La aprobación de una ley (hecho intrínsecamente social) que regule el aborto implica que dicha ley sea consecuente con la sociedad para la que se aprueba. En este sentido, un debate razonado y un referéndum posterior podría ser útil para determinar una ley legítima y duradera. ¿Caso de salir una aprobación del aborto sería la "socialización de un crimen"? Quizá. Pero también es posible que otras personas posean una visión clara, racional y distinta de lo que es la vida y lo que es un crimen y, ante la tesitura de tener que decidirlo a garrotazos, es mejor decidirlo mediante votación.

    6) Lo que vengo a decir es que la ortodoxia da lugar a leyes meticulosas, pero la ley solo castiga malas conductas, pero no las erradica. A mi modo de ver lo que hay que buscar es la ortopraxis (perdón por el latín macarrónico), es decir, buscar de qué modo podemos erradicar una mala conducta para que no sea necesario recurrir al castigo. Una ley como la que propone Gallardón lo que hará será que quien quiera abortar lo haga en Portugal, Francia, Gibraltar o el Reino Unido. Y quien no tenga los medios, que recurra a píldoras abortivas compradas por internet y demás farfullas. Es decir, sin resolver un problema hemos creado otros nuevos.

    Un cordial saludo y gracias de nuevo por su tiempo y su paciencia.

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  5. Soy yo quien le agradece mucho su tiempo y amabilidad.

    1º Alude usted a una supuesta falacia de composición que no acierto a ver por ningún lado. Si yo asegurara que la unión de un cadáver humano y de una bacteria viva conforman un ser humano vivo o que el conjunto de dos personas físicas es a su vez una persona física, estaría cometiendo sin duda una falacia de composición al caracterizar el todo con atributos de las partes. Pero si de la verdad de la proposición A, el embrión es un ser vivo (lo cual es cierto que no implica que sea humano), y la verdad de la proposición B, el embrión es un ser humano (lo cual es cierto que no implica que esté vivo), deducimos la verdad de la proposición A y B, es decir, el embrión es un ser vivo y humano, lejos de cometer alguna falacia estaremos cumpliendo un axioma de lógica elemental.

    Se reafirma en la idea de que el embrión adquiere humanidad en un punto que no precisa pero que pudiera ser cuando “comienza a respirar, comienza a latir su corazón y pueden distinguirse impulsos nerviosos en su cerebro”. No voy a entrar en la imprecisión, inoperatividad y contradicciones que comporta semejante definición de “humanidad”. Sólo quiero indicarle que con ella usted no hace referencia a una sustancia sino a un atributo. La diferencia es capital. Su caracterización no es absoluta, intrínseca, esencial, inherente, ontológica… sino relativa, formal, predicativa, accidental… y por ende convencional. Lejos de identificar al ser, se limita a constatar meras propiedades del mismo de lo más triviales y comunes. Creo que está claro lo que quiero decir, pero para mayor abundamiento puedo ilustrarlo con un ejemplo sencillo. Es la misma diferencia que existe entre ser Enrique y ser arquitecto. Afirmarse Enrique apela a la sustancia, al sujeto, al ente. Afirmarse arquitecto invoca la circunstancia, el predicado, al revestimiento del ente. Siento tener que decirle que usted reduce la humanidad a mero revestimiento de algo. Para usted ser humano es que ALGO respire, tenga un corazón palpitante o un cerebro activo; lo cual, perdone, es francamente absurdo puesto que un cadáver no esta vivo pero sigue siendo humano a pesar de no respirar, latirle el corazón y dar un EEG plano; por otro lado, también a un lagarto le late el corazón, respira y pueden distinguirse impulsos nerviosos en su cerebro. Recapacite, si la “humanidad” fuera un atributo, una máquina o un chimpancé podrían revestirse de él. ¿Qué es ese “algo”susceptible de apariencia, capacidad o desarrollo? Ni más ni menos que un código genético. SER HUMANO ES SER UN CIERTO CONJUNTO DE GENES. Creo que ésa es la única definición científica, objetiva, coherente y sustancial posible. Si además ese conjunto de genes con la forma de embrión está vivo, puesto que como usted dice se observa la función de nutrición y desarrollo celular, debería resultar concluyente que se trata de un ser humano vivo.

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  6. 2º Esta claro que si los anticonceptivos fallan, el ser concebido no tiene ninguna responsabilidad en ello y, por tanto, el contrato implícito devenido es el mismo que si los progenitores tuvieran la intención de procrear. La responsabilidad civil no sólo es que surja con independencia del dolo, o sea, del pleno conocimiento y consentimiento de lo causado, sino que de concurrir éste habría también responsabilidad penal si hubiere lugar. En consecuencia, los padres son igualmente responsables de haber causado a su hijo aun por accidente o negligencia, ya que, aparte de la violación, todavía no se conoce ningún otro caso de procreación por fuerza mayor. Si la concepción es resultado de una violación, además, por supuesto, de la condena penal e indemnización a la víctima, el violador debería correr con todos los gastos de manutención del hijo, pudiendo desentenderse de éste la madre una vez parido, pero creo que el concebido tiene idéntico derecho a la vida. En todo caso, considero que se trata de cuestiones secundarias sin relevancia en el debate.

    Creo haberle demostrado que confunde las potencias del ser con el ser en sí y que, por tanto, un embrión en cualquier fase de su desarrollo goza del mismo estatuto de ser humano que un niño, un adulto o un anciano. Supongo que no le habré convencido y seguirá pensando que sus argumentos tienen mayor peso. En cualquier caso, han quedado contrastados dos puntos de vista diferentes sobre los que una razón ecuánime puede deliberar, que era de lo que se trataba.

    Me parece que a ambos ya poco más nos resta añadir y, si le parece bien, salvo que se reserve usted un argumento realmente novedoso o pueda señalarme vicios en mi razonamiento, diría que ya podemos dar por concluido este tema, más que nada para no repetirnos innecesariamente.

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  7. 3º Diría que acuña usted una nueva expresión, la ortopraxis, para referirse al viejo pragmatismo. La cuestión, sugerente y fundamental, me suscita no pocas reflexiones.

    El conflicto entre pragmatismo, ortopraxis si lo desea, y principios es antiguo y pertinaz, puesto que existen dos maneras de plantearse los objetivos: a corto plazo y alcance parcial o a largo plazo y efecto global. Es la diferencia entre táctica y estrategia. Si un pragmático necesita dinero, el mejor camino es robarlo. ¿Pero es realmente el mejor camino? Cuando nos obcecamos en satisfacer objetivos inmediatos y parciales perdemos la perspectiva y el dominio de la situación. Le pongo un ejemplo: si nos propusiéramos eliminar a toda costa la siniestralidad en carretera, lo más ortopráctico sería prohibir la circulación de vehículos. Claro, el error surge de considerar que el único valor en juego es la disminución de accidentes cuando existe otro muy evidente: el ahorro de tiempo que proporciona el tráfico motorizado. Para resolver un problema correctamente es preciso ponderar todos los factores en un marco global y a largo plazo. Este enfoque lo ofrecen los principios por oposición al pragmatismo.

    Afortunadamente, ley no consigue erradicar las malas conductas en la medida que no elimina el libre albedrío; pero eso no es un defecto de la ley sino el precio de la libertad. Lo prioritario es garantizar la libertad, no erradicar conductas nocivas. Por ejemplo, en el capcioso dilema entre seguridad y libertad siempre debemos decantarnos por la segunda, pues, sencillamente, es preferible no aceptar ningún tipo de agresión a no aceptar agresiones de un tipo. En efecto, quienes venden seguridad a cambio de coacción especulan con que no sufriremos agresiones de un tipo (por ejemplo, las causadas por la delincuencia común) si nos sometemos a la sistemática agresión del Estado. No, no compremos esa mercancía averiada, la esclavitud es la peor violencia posible. Me temo que los ortoprácticos como usted se obsesionan en tratar de erradicar malas conductas sin considerar los costes generales; dicho con otras palabras: los árboles no les dejan ver el bosque.

    Frente a su ortopraxis no plantearía una ortodoxia, pero sí una “ortoepistemía”. Yo creo en los principios, no en los consensos, apaños y pasteleos. Y fíjese si soy sencillo y elemental que sólo tengo uno: la absoluta prohibición del inicio de violencia. En consecuencia, reniego de cualquier solución política. Al igual que para mejorar el tráfico toda solución política, basada en la mera restricción del mismo, es parcial y contraproducente no habiendo otro recurso sensato que el técnico, o sea, el perfeccionamiento de vehículos y carreteras, sólo veo una solución para el problema del aborto, que sin duda será la que nos depare el futuro, la científico-técnica, es decir, el progreso de métodos anticonceptivos y de reproducción asistida.

    Usted busca una ortopraxis que erradique conductas en vez de castigarlas. Ahí va una en el caso del aborto: esterilizar a todas las mujeres. ¿Qué le parece? Como matar moscas a cañonazos, supongo. Exactamente lo que usted no quiere: crear nuevos problemas peores que el antiguo. Creo poder demostrarle que cualquier solución ortopráctica efectiva que usted pueda aventurar será como matar moscas a cañonazos.

    Disculpe que otra vez vuelva a enrollarme demasiado o le haya podido molestar en algo. Tampoco se sienta obligado por cortesía a responder o hacerlo pronto; su honestidad y tolerancia ya han quedado de sobra acreditadas.

    Un cordial saludo.

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